Existen muchos creyentes cuya teología está llena de inconsistencias. Gran parte del problema ha sido la mala enseñanza bíblica que ha existido en muchas iglesias en Latinoamérica-y en el mundo. La mayoría de creyentes afirman la soberanía de Dios sobre todas las cosas, sin embargo cuando se trata de la salvación de los hombres, mantienen que es el hombre quien decide lo que ocurrirá con su vida en la eternidad. Dios es soberano… pero hasta cierto punto.
La inconsistencia está en que su argumento se basa en la idea que Dios no puede entrometerse con el libre albedrío de los hombres. Al final, son ellos-los hombres- los que tienen la última palabra en cuanto a su salvación. Cuando son enfrentados a los pasajes que hablan acerca de la soberanía de Dios en la salvación de ciertos hombres, y de la doctrina de la elección, ellos alegan que Dios elige a aquellos a quienes Él vio en el futuro que tendrían fe en Él. Cuando Dios miró el futuro sólo eligió a los hombres que creerían en Jesucristo y rechazó a los demás. El día de hoy quiero mostrar la inconsistencia de tal argumento, enfrentando a aquellos que así creen con las palabras de la Biblia.
Jeremías escribió el libro de Lamentaciones, precisamente para lamentar lo que Dios había hecho con su pueblo a causa de los pecados que éste había cometido en contra de Dios. En el capítulo 3 el profeta escribe:
“Aunque con respecto a la presciencia y decreto de Dios, causa primera, todas las cosas sucederán inmutable e infaliblemente, de modo que nada ocurre por suerte o fuera de la esfera de su providencia; sin embargo, por la misma providencia las ha ordenado de tal manera, que sucederán conforme a la naturaleza de las causas secundarias, sea necesaria, libre o contingentemente.” Confesión de Fe Bautista de 1689, Capítulo 5.2
Dios, no sólo hará que todo lo que ha planeado suceda, sino que Su plan incluyen todas las cosas que ocurrirán en Su creación, desde la entrada del pecado, hasta las acciones de los hombres, el crecimiento del pasto, el nacimiento de las bestias, etc. Todo ha sido ordenado por Dios para que suceda como Él lo ha planeado en la eternidad. La mismo confesión define esto de la siguiente manera:
“El poder todopoderoso, la sabiduría inescrutable y la bondad infinita de Dios se manifiestan en su providencia de tal manera que su propósito soberano se extiende aun hasta la primera caída y a todos los otros pecados de los ángeles y de los hombres, y esto no sólo por un mero permiso, sino que él sabia y poderosamente limita, ordena y gobierna, en varias formas, las acciones pecaminosas de tal manera que éstas llevan a cabo sus designios santos, pero de tal modo, que lo pecaminoso procede sólo de la criatura, y no de Dios, quien es justísimo y santísimo, y por eso, no es, ni puede ser el autor o aprobador del pecado” Capítulo 5.4
Ahora, ¿no es esto lo que afirma la Biblia? (ver Daniel 4: 35; Isaías 46: 9-11; Jonas 2: 9; Proverbios 16: 33). No es por esta razón que el mismo profeta Jeremías continúa en el capítulo 3 de Lamentaciones diciendo: “¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno?” (Lamentaciones 3: 38).
El profeta de Dios quiere decir que todas las cosas que le habían sucedido a su pueblo, buenas y malas, todas habían sido ordenadas en la eternidad por Dios.
Si Dios es Dios, debe ser soberano sobre Su creación. Y si es soberano sobre Su creación debe ordenar y dirigir todas las cosas que ocurran en ella según Su voluntad. Por ello Dios mismos dice a través de Isaías: “porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antiguedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero”
¿Cómo podemos decir que Dios es soberano, si depende de las decisiones de Sus criaturas para actuar? Esto es una gran inconsistencia. Siempre he dicho que las palabras tienen sentido, y si la Biblia dice que Dios es quien elige a ciertos hombres para salvación, quiere decir que Él mismo hace la acción de escoger a ciertas personas de entre toda la raza humana pecaminosa, para derramar sobre ellos Su gracia y hacerles nacer de nuevo por medio de Su Espíritu Santo.
Elección significa elección, y punto. La elección que proponen los arminianos no tiene sentido alguno. ¿Cómo es que Dios elige a los que le eligieron a Él primero? Ciertamente no tiene sentido.
Tan sólo un ejemplo para respaldar mi argumento. En Efesios 3: 4 Pablo dice, “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.” La palabra griega para escogió es ἐκλέγομαι (eklegomai) el cual es un verbo que se encuentra en tercera persona, singular, tiempo aoristo (pasado), y es un verbo deponente. Un verbo deponente es aquel que se encuentra en voz pasiva o media, pero cuyo significado es activo. Todo esto para explicarles que cuando Pablo dice que Dios eligió a ciertas personas en Efeso, lo hizo activamente. Dios no lo hizo de una forma pasiva, respondiendo a las acciones humanas, sino que lo hizo como la primera causa. Eso es lo que hace un Dios soberano.
Mi pregunta, entonces, para los que argumentan que Dios actúa dependiendo de lo que Él vé en el futuro que serán las acciones humanas: ¿No hace esto débil a Dios? Es decir, si Dios depende de lo que hagan Sus criaturas, entonces no es tan poderoso como dice ser, pues en Isaías claramente dice que Él hará todo lo que quiere. Y si Dios tiene que ver en el futuro para saber cuáles serán las acciones de los hombres para poder actuar, ¿no afirma este argumento que Dios no lo sabe todo, pues está constantemente aprendiendo? Dios nunca aprende nada, pues es omnisciente. Pero Dios conoce todas las cosas no porque tenga que ver en el futuro para saber que es lo que sucederá, sino porque Él ha ordenado todas las cosas para que sucedan según el designio de Su voluntad (ver Efesios 1: 11).
Creo, entonces que si somos fieles a la Escritura y somos verdaderos creyentes, nos someteremos a las verdades bíblicas, especialmente en lo concerniente a la soberanía de Dios sobre la salvación de los hombres. Nada puede escapar de la mano de la providencia divina.
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