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¿Fieles a la verdad o al error?

¿Fieles a la verdad o al error?

Fecha de publicación: enero 30, 2012. Por Casa de Oración México
Mensaje disponible también en video y descargable en audio.
1Ti 1:1-4 Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza, a Timoteo, verdadero hijo en la fe: Gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor. Como te rogué que te quedases en Efeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrinani presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe, así te encargo ahora.
En los últimos años hemos crecido como familia de Dios en torno al ministerio Casa de Oración México. Nuestras historia abriendo por dirección de Dios y del Pastor Chuy, nuevas congregaciones, es muy parecida. Creyentes en una ciudad sufren los estragos de una enseñanza ajena a la verdad de la doctrina bíblica y claman a Dios mientras padecen liderazgos abusivos o indiferentes a la Verdad de Jesucristo. Y el Señor lo mismo levanta allí mismo a un maestro que les enseñe y un pastor que les dirija, que dirige a nuestro pastor en Guadalajara para enviar a alguno allá. Dios, que oye el clamor de su pueblo, hace todo, él produce la necesidad de sí mismo y él la suple, todo el proceso y el mérito es suyo, nosotros sólo somos usados para sus fines, para apacentar a su pueblo. Lo que más me maravilla es que eso no es parte de ninguna planeación estratégica de origen humano.
He formado parte de este ministerio desde hace ya casi quince años y he sido parte del primer equipo del Pastor Chuy, y les digo que nunca, como se ha dicho sin conocimiento, estuvo en el corazón de él ni en el de los suyos formar un grupo de iglesias tan grande como se pudiera. En Casa de Oración no hay afanes de crecimiento numérico, sólo deseo de hacer lo que Dios quiere. Jamás nos sentamos, como algunos se imaginan, con un mapa del mundo a planear en cuánto tiempo podríamos tener congregaciones en Canadá, qué hacer para llegar a California, a Paraguay, Argentina, el País Vasco. No hay prisa por crecer, sino todo lo contrario: lo que hay es una genuina, creciente, ferviente y reverente preocupación del Pastor Chuy por la forma en que Dios está haciendo crecer Su iglesia. De hecho, si se atendieran todas las solicitudes de cobertura que llegan habitualmente a nuestros medios de contacto, hoy podríamos ser ya, de manera artificial y –aquí sí irresponsablemente-, una familia de miles de congregaciones en un sinfín de países.
Ni Casa de Oración Radio, ni nuestra página de internet, que han sido un poderoso instrumento en manos de Dios para difundir la Palabra fueron tampoco un plan nuestro o del Pastor Chuy. Nuestro hermano Artemio Cadena, sin ningún afán de aparecer en la escena, sino movido por Dios a hacer un trabajo anónimo pero muy fructífero, un día se ocupó de buscar cómo podíamos tener estos medios y aún gastó de lo suyo para hacerlos funcionar. Cuando ya los tenía en línea vino a nosotros y nos los entregó para llenarlos. El Señor ha hecho toda esta obra; no es nuestra.
Como a los antiguos en el desierto, a quienes el Señor mostró el camino por una columna de nube de día y de fuego de noche, a nosotros ha sido él quien nos lleva. Él ha ido y sigue a la vanguardia, y nosotros le seguimos. Así, hoy Casa de Oración es un grupo de más de sesenta congregaciones en siete países. Inimaginable, y fuera de todo plan de alcance, que hubiera Casas de Oración en Argentina a casi 7,800 kilómetros de Guadalajara, o en Estocolmo, Suecia donde opera hoy nuestra congregación más lejana a 9670 kilómetros de nuestra sede central. Gloria a Dios por todo ello.
Pablo dejó a Timoteo el mismo llamado que a muchos de nosotros: quédate en una ciudad (a veces incluso nos hace atender desde allí a los creyentes de otra ciudad) con un propósito muy claro: cuidar el tesoro de su Palabra y que no se enseñe diferente doctrina ni se preste atención a fábulas, cuentecillos y curiosidades que acarrean disputas y no edificación de Dios basada en la fe en Él. Así te encargo ahora, le dijo Pablo a Timoteo. Como administradores de la gracia de Dios debemos ser hallados fieles, es decir, haciendo lo que se nos encomendó, que es instruir a la iglesia en la doctrina de los apóstoles, darle la sana enseñanza de la Palabra de Dios, el Evangelio de salvación.
Esto ciertamente implica oponernos a los que corrompen la sana doctrina. No se puede andar en luz y avalar la oscuridad. Implica contender ardientemente por la fe como escribió Judas para que no se enseñe ‘otro evangelio’, algo diferente a la Verdad de Cristo. En los últimos años, desde esta Casa, y especialmenteen voz delPastor Chuy, se ha alertado sobre las falsas doctrinas y herejías destructoras que han sido introducidas encubiertamente a la iglesia por falsos maestros, falsos profetas y falsos apóstoles. Hacer dicha labor ha sido provechoso. Fue la ocasión para que muchos cristianos en el mundo confirmaran que muchas enseñanzas que recibían en sus congregaciones eran ajenas a la Biblia. Y que no estaban solos en esa comprensión. Que había otros a los que el Señor también estaba hablándoles lo mismo. Muchos que hoy se congregan en alguna Casa de Oración en el mundo recibieron así un llamado que, de hecho, pudieron escuchar porque son ovejas del Señor (mis ovejas oyen mi voz y la siguen). Recibieron tal verdad, más que a causa nuestra, a causa de la obra que Dios hace en ellos. El Espíritu Santo lo hizo. Aquello que se denunció en su momento, veámoslo bien, en realidad ya era una inquietud que muchos hermanos tenían sobre lo que oían y veían en los ministerios en que participaban. Y la palabra que Dios hizo salir desde aquí fue usada por Dios para guiarles a seguir creciendo.
Como pastores no podemos permitir que nadie invente sobre la fe, que le quite, le agregue o le modifique nada a la Palabra de Verdad, que no se corrompa el Evangelio como en efecto algunos procuran, que no se juegue ni se tomen las Sagradas Escrituras en poco, que no se oscurezca lo luminoso. Tenemos el encargo de no permitir que se preste atención a las fábulas que acarrean disputas. Pero aquí le cuento algo que sobre lo que el Señor me ha estado inquietando:  ¿a qué se refiere Pablo con esas fábulas que causan disputas?
Encontré en el estudio de Juan Calvino sobre las cartas a Timoteo que el término fábulas, aquí, no sólo se refiere a falsedades e inventos de la gente – confesión positiva, evangelio de la prosperidad, falsas manifestaciones espirituales encajarían aquí-. Fábulas, dice Calvino, se refiere a minucias, insignificancias y tonterías que no tienen solidez.
Que no se preste atención a las fábulas y genealogías interminables, es el pedido de Pablo. Las fábulas son relatos fantásticos y por naturaleza falsos. Las genealogías, en cambio, tienen mejor reputación: son ciertas. Pero indagar en ellas no causa provecho ni edificación, sino peleas. Es decir, hay mensajes que no aprovechan: algunos por falsos, otros –aún ciertos- porque generan conflictos. Cito aquí a Calvino: “Pablo desecha en este pasaje todas las indagaciones e investigaciones curiosas y todas las especulaciones que únicamente sirven para inquietar y perturbar la mente, o en las cuales no hay nada sino espectáculo y exhibición, y no edifican a los creyentes ni tampoco promueven la salvación de aquellos que las escuchan”. Y remata “Todos los que no aplican la Palabra de Dios para beneficio y avance son despreciadores y falsificadores de la buena doctrina”.
Indagaciones e investigaciones curiosas, y especulaciones, dice Calvino. Y yo aquí planteo seriamente si nosotros, como pastores, estamos siendo fieles al llamado de Dios al ministerio cuando pasamos de la denuncia necesaria, justa y equilibrada sobre las falsas doctrinas, al exceso, a ocuparnos en demasía del error y del que yerra. ¿Nuestro discurso sobre las falsas enseñanzas y los falsos maestros habrá llegado a ser de algún modo, en algún momento, una mera investigación curiosa en la que no hay sino espectáculo y exhibición? Creo que valdría la pena revisarnos.
Es probable que algunos nos hayamos estado ocupando sólo de exhibir a las malas ramas, esas en las que no se halla ningún fruto y son cortadas por el Señor a su tiempo, en lugar de ocuparnos de la raíz y de la rica savia que fluye por el árbol y le da vida, que es Cristo. ¿Habremos hecho de la denuncia un asunto central ya no sólo de nuestrasenseñanzas sino de nuestra propia vida? Al respecto digo, primero, que no es eso en lo que se nos mandó ocuparnos primordialmente (sino la doctrina) y, segundo, que la denuncia es un tema que se agota en algún momento: un día todo lo denunciable se habrá denunciado y no quedará nada por denunciar. El error se agota; la Palabra de Dios es inagotable. Un día no tendremos más errores que señalar, pero siempre tendremos más y más de la Verdad y de Cristo qué anunciar y proclamar.
No es raro, lo hemos visto, que el que se dedica sólo a denunciar, cuando no hay nuevos escándalos, se ocupa incluso de forzar situaciones para seguir denunciando, o bien, denuncia cuestiones de opinión o de libertad cristiana. O, peor, trata de igual forma a un hermano falso que a un hermano equivocado. A veces da la impresión de que algunos se han especializado de tal modo en la denuncia que hasta se alegran cuando se sabe de un ministro más que cayó en adulterio, de otro que llamó idiotas a los hermanos, o de otro dijo alguna otra barbaridad. Eso es contrario al amor que, dijo Pablo, no se goza de lo injusto, sino que se goza en la verdad. Es contrario a Cristo, que nos encomendó edificar a su iglesia con su Palabra, y no informándola de cada nuevo escándalo. Cuando los herejes y los blasfemos son nuestro tema central y hasta nos causan risa, algo anda mal. Cuando los que ofenden a Dios son nuestra gran noticia, y no el Evangelio, algo anda mal. Estas cosas deberían entristecernos y hacernos más conscientes del cuidado que requiere el rebaño, y no darnos la ‘alegría’ de tener más noticias sobre los falsos maestros, lo que confirmaría que ‘nosotros tenemos razón’. Que ellos están mal y nosotros bien. Se nos olvida que ante cada nuevo escándalo, caída o falsedad en la iglesia, el nombre de Dios es vituperado y la iglesia sufre.
Miremos bien que no nos hayamos vuelto, en nombre de la Verdad, indagadores e investigadores curiosos, o especuladores ocupados en tildar de apóstatas o herejes a los demás sin ton ni son, señalando errores reales, sí, pero brindándoles atención permanente y desmedida, descuidando así lo esencial. ¿No se ha encontrado usted, como pastor, prestando más atención a lo vil que a lo precioso? Al ver a la iglesia en perspectiva, como pastores, ¿entresacamos lo precioso de lo vil… o más bien, tristemente, entresacamos lo vil de lo precioso?
Ahora: denunciar el error es necesario. Pero persistir en eso, en el error, y no en la verdad, al igual que las fábulas y las genealogías interminables, causa disputas, no edificación. ¡Ay, qué muestra más clara de nuestras limitaciones y de nuestra humana debilidad que terminar haciendo algo que puede causartanto mal como el que pretendemos combatir y en lo que podemos esconder algún interés personal y contrario al carácter que Dios quiere formar en nosotros! Si es su caso, como fue el mío, pida a Dios perdón y ayuda.
Cuidémonos de no volvernos denunciadores profesionales, de no transgredir la misma Palabra que pretendemos defender. Cuidémonos por ejemplo de no admitir acusación contra un anciano sin testigos. Cuidémonos de contender por asuntos de opiniones y no por la fe. Cuidémonos de hablar sin equilibrio, de juzgar sin misericordia y sin espíritu de mansedumbre, sin considerarnos a si mismos. “No sea que tú también seas tentado”, dice Pablo a los Gálatas hablando de juzgar, sí, pero para restaurar, no para destruir.
Siguiendo con Calvino, cuya visión de estos versículos en Timoteo resulta muy esclarecedora, él dice: “Pablo juzga la doctrina enseñada por el fruto que produce. Así, todo lo que no edifica debe ser rechazado, aunque no tenga otro defecto”. Esto describiría perfectamente la tentación de hacer de la denuncia y el seguimiento a lo que dicen, hacen y dejan de hacer los falsos maestros y profetas, nuestra ocupación permanente. La denuncia ha sido necesaria, y lo seguirá siendo en situaciones específicas, pero persistir en ella ya no edifica, sino que acarrea disputas, y bien que lo hemos visto, por ejemplo, en internet, donde los temas escabrosos se desbordan de comentarios y muchos supuestos cristianos celosos se dicen mutuamente, escudados en un teclado, cosas que jamás se dirían viéndose a los ojos. Repito lo que dice Calvino: “todo lo que no edifica debe ser rechazado aunque no tenga otro defecto”. Señalar lo falso como falso no tiene defecto. Pero persistir en ello ya es un defecto, es falta de sobriedad. Debemos persistir en el estudio de la verdad, no en el estudio del error; esto último suscita además rencores y odios en la gente. Hoy en día todavía luchamos para ayudar a hermanos que, en su momento, hicieron de la denuncia, la queja, la burla, el menosprecio y el escarnio hacia sus antiguos líderes y hermanos de la iglesia el centro de sus conversaciones, y albergaron en su corazón un amargo rechazo hacia ellos.
Dice Calvino: “todo lo que sirve sólo para suscitar pleitos debe ser condenado. Recordemos pues que todas las doctrinas deben ser probadas por esta regla: aquellas que contribuyena la edificación pueden ser aprobadas, y aquellas que dan motivos para disputas infructuosas deben ser rechazadas por indignas de la iglesia de Dios. Y cuanto más informado y versado esté un individuo en ese tipo de enseñanzas que promueven contiendas y vanas especulaciones de las que no se puede sacar ningún provecho, más miserable debemos considerarlo”. Y remata: “estoy enterado que con muchas excusas algunos pretenden defender esas enseñanzas (fábulas, indagaciones curiosas), pero Pablo no hablaba en vano al condenar todo lo que causa contiendas en lugar de edificación”.
Hermanos: persistir en la búsqueda del error sólo edifica nuestro orgullo, no nos edifica en Dios. Denunciar a ministros enfocados en recibir mucho ‘cash’ o dinero ‘mal donado’ es algo que incluso –y piense en su propia reacción a mis palabras- ya está siendo usado más para diversión y para escarnio que para distinguir entre lo santo y lo profano. Mientras más informados estamos en esos temas para exponerlos, sin ver que causamos contiendas, más miserables deberíamos considerarnos según Calvino.
Déjeme mostrarle este necesario equilibrio con el ejemplo de Nehemías, de quien tomamos enseñanza como edificadores de la obra de Dios. Tobías y Sanbalat –sí, se dan los nombres de los que se oponen para identificar el riesgo que representan- han buscado por diversos medios desalentar y estorbar la reedificación de Jerusalén. Mas el Señor desbarataba siempre el consejo de estos opositores. Aquí vemos este equilibrio: Dios guarda y preserva a los suyos en la obra que hacen, y los suyos se ocupan de edificar. Pero también de estar en guardia:
Neh 4:17-18 Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada. Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a sus lomos, y así edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí.
Una mano a edificar, otra mano a defender. Una mano a la obra, la otra a la espada para la salvaguarda, atención, cuando ésta sea necesaria. Usted que ha leído Nehemías sabe que estos edificaron y que no fue necesario blandir la espada para defenderse de alguna arremetida de los opositores. Sólo estaban listos. ¿Le dice esto algo? A mí me dice que la defensa es una tarea que se hace en caso necesario, pero la edificación es una tarea permanente. Y aún más: Dios me hizo entender que, en buena medida, hemos llegado a poner las dos manos en la espada. ¿Ha puesto usted, hermano pastor, las dos manos a la espada? Con las dos manos a la espada no se puede edificar. Poner las dos manos a la espada sólo promueve un espíritu contencioso. Y si bien es cierto que no debemos ser ‘perros mudos’ (Isaías 56:10), con las dos manos a la espada corremos el riesgo de ser más bien perros rabiosos. Cuidamos al rebaño de las amenazas de afuera, pero buen cuidado debemos tener de no terminar exponiéndolo a nuestros afanes contenciosos.
1Ti 4:16 Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.
1Ti 4:13 Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza.
Lectura, enseñanza y exhortación.Yo no leo aquí ‘ocúpate en la investigación’. No digo que por tanto abracemos entonces a los falsos profetas, a esos no los debemos recibir porque aún el llamarles bienvenidos, dice Juan, es participar de sus malas obras. Pero es un hecho que Dios, que pelea nuestras batallas, hace lo suyo en la defensa de su obra. Veamos:
2Ti 3:8-9 Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también éstos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe. Mas no irán más adelante; porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo fue la de aquéllos.
Janes y Jambres. Son los nombres populares dados a aquellos sacerdotes egipcios diestros en la magia que trataron de competir con los milagros que Dios hacía por mano de Moisés. Es un hecho: los falsos maestros harán maravillas mentirosas en los últimos tiempos. Pero mire bien lo que dice: estos no irán más adelante. ¿Por qué? Le aseguro que no es porque nos ocupamos nosotros de exhibirlos, sino porque su insensatez será manifiesta a todos, o sea, saldrá a la luz. No dice “manifiéstales tú, Timoteo, su insensatez a todos”. Estos, más bien, serán probados en cuanto a la fe y se comprobará, según la expresión original, su demencia, esto es, su locura. Reprobarán. Su falsedad seráexhibida, sacada de lo escondido. Y eso es algo que Dios hará. Será manifiesta como lo fue la de aquellos, Janes y Jambres, aquellos opositores que un día ya no pudieron rivalizar con Moisés reproduciendo con sus encantos una plaga de piojos, sino que los piojos cayeron sobre ellos, y fueron cubiertos de aquel sarpullido. Sobre los tales, dice Pedro, ya de largo tiempo la condenación no se tarda y su perdición no se duerme. Dios hará justicia y los pondrá en evidencia y en vergüenza como a los ángeles que pecaron y fueron arrojados al abismo.
2Ti 3:13-17 mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
Persiste tú en las Escrituras. En la Verdad. No el error. No en reprender a los falsos. Dios los exhibirá. Es decir: ciertamente está el consejo de no participar de las obras infructuosas de las tinieblas sino más bien reprenderlas o exhibirlas. Pero si se trata de persistir, persiste en las Escrituras. Porque cuando la luz es puesta en alto pone al descubierto todas las cosas. Las Escrituras te harán sabio para predicar e instruir la Verdad. La Escritura, que es poderosa, por sí misma producirá efecto; confía en ello, pues toda es proveniente de Dios y es útil para enseñar (la doctrina correcta que contrasta naturalmente con la falsa), para redargüir (o reprender por sí misma a las personas por su conducta errónea o sus creencias equivocadas sacando todo pecado y mentira a la luz), para corregir (para ayudar a alguien que ha caído a volver a ponerse en pie, mostrando el camino de regreso a una vida piadosa) y para instruir en justicia (adiestrándonos para hacer lo que es justo y aprobado por Dios).
No es que no se deba hacer denuncia. Es que la Palabra hace mucho más que nuestros señalamientos continuos, reiterativos y machacones. La justicia de Dios contrasta mejor con la maldad que nuestra insistencia. En una escena de la película mexicana “El Chanfle”, el entrenador del equipo de fútbol América aparece gritándole al árbitro “fue penalti, fue penalti”, asumiendo que éste, como suele pasar, no había marcado una falta en el área contra uno de su equipo. El médico del equipo se acerca al entrenador entonces y le dice “sí, sí, ya lo marcó el árbitro”. El entrenador se encoge al fin avergonzado por aquel enojo suyo injustificado. El que hace justicia ya había dado su veredicto, y éste era bueno, pero el entrenador persistía en sus gritos y sus quejas de forma innecesaria. Pensando en esto yo pregunto: ¿estaremos nosotros gritando así, sobre las transgresiones de los falsos maestros, al son de “fue penalti, fue penalti” cuando de hecho ya lo marcó el árbitro, cuando el Señor ya dictaminó y deliberó con toda autoridad sobre ello por su Palabra?
Y también me pregunto: ¿machacar con el tema de los falsos profetas no los habrá vuelto a ellos más conocidos, cuando a quien debemos dar a conocer es al Señor? ¿No estaremos cubriendo de fama sus nombres en lugar de ocuparnos del precioso nombre de Jesús? Según lo veo, eso es parecido a lo que nos pasa con el Halloween, costumbre que en algunos lugares del mundo era tan débil que habría muerto de manera natural. Pero a fuerza de denunciarlo una y otra vez, es posible que hasta hayamos contribuido a mantenerlo vivo. Tal vez nos hallamos clamando por una justicia que de hecho no se tarda, sino que Dios hará. Mientras, Él ha permitido que los falsos hermanos y ministros sigan engañando y siendo engañados, y en eso tienen ellos su propia recompensa.
Ante tal panorama me parece sumamente cuestionable hacer reuniones en la iglesia, como se han llegado a hacer, para ver vídeos de falsos maestros con tal de “detectar” sus errores. ¿Buscamos la verdad o el error? Enfocados en el error, podemos perder el énfasis en la verdad. Enfocados en señalar un punto tan concreto podemos perder de vista muchas cosas. Si hay nuevas amenazas, bien, tendremos que sacar la espada y contender ardientemente por la fe. Pero a veces, seamos claros, se persiste en señalar las mismas cosas que ya se saben, cuando lo que tenemos que seguir señalando es el pecado propio y ya no sólo el de los otros. Persistiendo en la denuncia señalamos a los hermanos el error de los demás, y hacemos que ellos lo vean, pero ¿ya hicimos a los hermanos ocuparse de sus propios pecados? ¿Y vemos con claridad los nuestros?
Señalar a los demás nos impide vernos a nosotros mismos en la perspectiva adecuada, nos hace señalar siempre hacia afuera y nos impide escudriñarnos, y pedirle al Señor que nos escudriñe y nos libre aún de los pecados que nos son ocultos. Dwight L. Moody, evangelista estadunidense del siglo diecinueve, decía: “ahora mismo estoy teniendo tantos problemas con Dwight L. Moody, que no tengo tiempo de encontrar faltas en otro compañero“. Cuán conveniente es recordar que el Señor nos pedirá cuentas de nuestros pecados, no de los pecados de los demás. Y en el caso de los pastores y maestros, particularmente, nos pedirá cuentas de lo que enseñamos.  No se hagan maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos mayor condenación, escribió Santiago hablando de la manera suelta y hasta desenfrenada en la que como seres humanos solemos hablar.
2Ti 4:1-5 Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.  Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.
Solemos aplicar los versículos tres y cuatro , claro, a los falsos profetas que hablan lo que la gente quiere oírles decir. Pero cuando persistimos en el error podríamos aplicar esos mismos versículos a nuestro propio trabajo pastoral. Porque ¿sabe usted que hay gente que tiene comezón de oír… nuestras denuncias?  Al persistir sólo en señalar los errores y a los falsos entre nosotros, también satisfacemos a un sector de gente entre nosotros que tiene también comezón de oír: en este caso no doctrinas novedosas, sino chismes. ¡La gente demanda de nosotros el escándalo! ¡Hay gente frotándose las manos y relamiéndose los bigotes, esperando a ver a quién se va a referir el pastor Chuy en su prédica de esta semana! ¡A mí, sin ir más lejos, me llegó un correo pidiéndome que cuente, ‘por favorcito’, la verdadera historia de un pastor sobre el que se dijo alguna cosa controvertida en un foro de internet. Por supuesto no pienso responder una palabra al respecto. Si respondemos a esa expectativa carnal, contribuimos a las contiendas. El consejo de la Palabra es “tú sé sobrio en todo”. Sobriedad es equilibrio. El equilibro que Pablo mismo mostraba cuando se refería a los falsos maestros, apóstoles y profetas; tema presente pero no dominante en él:
1Co 2:2 Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino  a Jesucristo, y a éste crucificado.
Hoy en día algunos maestros entre nosotros bien podrían decir: “me propuse no saber entre ustedes cosa alguna sino las más recientes herejías de los falsos profetas, sus más recientes mentiras, cuánto costaron las entradas a sus conciertos, cuántos discos vendieron para decírselos a ustedes, en qué televisora aparecieron y qué dijeron, incluido el video para ponerlo a disposición de la iglesia en YouTube con tal de edificarles con eso”.
Amados pastores: seamos sinceros y veamos que persistiendo en el error, efectivamente, causamos contiendas. Yo mismo he estado en reuniones de supuestos creyentes en las que todo es destrozar con comentarios sarcásticos y burlones a quienes yerran ignorando las Escrituras, olvidando que en algún momento nosotros también estuvimos equivocados. Cada que una carcajada resuena burlándose de cómo declaran y cancelan por fe aquellos, de cómo reclaman su prosperidad estos otros, de cómo atan y desatan otros más allá es como decir de ellos “qué mensos”. A usted tal vez le impactó saber de un famoso cantante que llamó así a los hermanos, pero cuando nosotros nos burlamos de los que están equivocados hacemos exactamente lo mismo. Terminamos llamando fatuo al hermano. Y en últimas, hasta aborreciéndolo. Se nos olvida que el que persiste en llamar fatuo a su hermano será culpable de juicio y quedará expuesto al infierno de fuego. Y que el que aborrece a su hermano está en tinieblas y es homicida, y ningún homicida tiene vida eterna permanente en Dios.
Actuar de ese modo nos deja muy lejos, a años luz de distancia, respecto al propósito por el que la iglesia está aún en este mundo, que es dar testimonio de Cristo. No nos permitamos olvidar que Jesús no se burló de nosotros, sino que tuvo paciencia y misericordia y soportó no sólo nuestras declaraderas, ataderas, reclamos de prosperidad y de milagros instantáneos, griterías y altanerías llenas de soberbia y de insensatez en las que muchos también anduvimos, sino que soportó aún nuestra franca rebeldía. Me pregunto pues, qué dirá el Señor cuando nos reímos de los hermanos inmaduros y menos instruidos.
Ahora, no nos equivoquemos: Casa de Oración NO es un centro de denuncia. Algunos creen que sí. Un día, una mujer le dijo a un pastor especializado en denunciar errores en una red social “hermano, ya ocúpese del Evangelio por favor’. El llamado en sí ya es bastante claro y certero, pero el pastor todavía le respondió a la mujer: ‘uh, si oyeras al Pastor Chuy Olivares sabrías que esto es realmente el Evangelio’. Pero no: la denuncia no es el evangelio. El propio Pastor Chuy no se ha quedado estancado en esa posición, sino que nos ha estado enseñando recientemente acerca de la riqueza de los Salmos, e incluso desarrolló una serie para hablarnos acerca de la tentación, con lo que ya dejamos de ver a los demás y pudimos enfocarnos, como conviene, en nosotros mismos y en cómo lidiamos con el pecado que nos asedia, lo cual es de enorme edificación.
Creo que los pastores, ocupados en edificar y no en alimentar disputas, debemos tener mucho cuidado con lo que afirmamos en nuestros mensajes a la iglesia: el uso de frases como “cuántas iglesias hoy en día hacen tal cosa, cuántos líderes andan por ahí haciendo tal o cual aberración, cuántos supuestos cristianos en su congregación creen mal este o aquel asunto” puede llevar escondido un mensaje muy arrogante: “ellos yerran… y yo no, yo soy de los buenos”. Eso, además, puede producir seguidores nuestros y no de Cristo.
Algunos, pues, apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas… o a los chismes. Y como pastores no podemos estar satisfechos de tener algo qué ver en el advenimiento de una generación que tiene sus ojos puestos en el error de la semana, en la nueva herejía, en la declaración más reciente del falso maestro. Buscar el error y no buscar la verdad nos hace especialistas en señalar a los demás y nos aleja de vernos a nosotros mismos para, con sinceridad, asumir nuestros propios errores y faltas.
Pero tú sé sobrio en todo. Sobriedad es equilibrio. El equilibrio de tener la espada de la Palabra lista para corregir a los que se oponen, y la otra mano edificando. No ambas en la espada. Y usted dirá: pero por esas denuncias muchos creyentes verdaderos que viven bajo liderazgos abusivos y que temían enfrentar o “tocar al ungido” han sido libres. Qué bueno; pero una vez que vienen a nuestras congregaciones ¿qué hacemos para que sanen de tal experiencia? ¿Les seguimos hablando de los errores de los demás?
Un día que prediqué sobre el nuevo nacimiento, una mujer me abordó y me dijo: “mi pastor, con el que duré seis años, jamás me habló de ese tema, y sabe, hoy, con lo que usted dijo, no siento sino un gran deseo de ir a buscarlo y agarrarlo a golpes por haberme engañado”. Oía la verdad y lamentaba no haberla recibido antes. Pero el Señor todavía tenía que enseñarle mucho sobre el carácter cristiano. Y mire: como pastor es grande la tentación de alegrarse uno de que aquella ovejita nos diga “a mi ex pastor lo quiero golpear, pero a usted lo amo porque usted sí me enseña la verdad” ¡Corremos el riesgo de permitir indebidamente que algunas ovejas del Señor desarrollen rencores contra sus antiguos pastores! ¡Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, cómo vamos a alentar o a permitir eso! ¿Sabe por qué lo permitimos? ¡Porque eso nos coloca como sus héroes; nos gusta sentir que les hemos salvado la vida, que los rescatamos del líder que les sacaba el dinero y los engañaba y que nosotros somos mejores que aquel! ¡Les permitimos, así, tenernos como ídolos! Eso es algo que, si está en el corazón de alguno, hoy, tendría que arrepentirse ya. ¡Créame que no soy yo, sino el Señor, por su Palabra, quien lo demanda! ¡Nosotros no salvamos a nadie! ¡Pastor, no nos permitamos jugar a ser los salvadores de las ovejas que el Señor nos encargó! ¡Eso es ser infiel al encargo recibido, y el Señor es celoso! ¡A Él no le puede resultar agradable que entre las ovejas que él nos puso a pastorear brote alguna raíz de amargura y que como pastores no les ayudemos a arrancarla de sus corazones sino que la dejemos allí para seguir siendo nosotros ‘los buenos’ que contrastan con ‘los malos’! ¡Eso contamina a muchos! ¡No permitamos a las ovejas seguir murmurando, quejándose, riéndose, burlándose o poniéndole apodos a sus antiguos líderes y a los congregantes de la iglesia de la que salieron! ¡Eso es abiertamente contrario al carácter cristiano!
Persistiendo en señalar el error, hemos llegado a sentarnos, de algún modo, a los pies de Himeneo, de Fileto, de Alejandro, que según Pablo se apartaron de la fe y buscaron desviar a muchos. Ahora resulta que nos gusta escucharlos a ellos para luego denunciarlos y demostrar que ‘nosotros sí’ tenemos la verdad. Cuán necesario es que seamos humildes y reconozcamos que nuestra comprensión de la Verdad es siempre inacabada, siempre está en proceso. Tenemos la Palabra y debemos estar atentos a ella como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana, la comprensión cabal de Cristo, sol de justicia, salga en nuestros corazones. Siguiendo esa verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo. Porque la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto, dice la Escritura.
Pablo habló, por ejemplo, de Alejandro el Calderero: “me hizo muchos males –dice-, Dios le pague”. ¿Mostraba Pablo así su deseo de que Dios azotara a Alejandro? No: en el original dice más bien “Dios le pagará”. Pablo encomendó su causa al que juzga justamente. Y no se dedicó a hablar de él, ni de los otros apóstatas, aunque advirtió a Timoteo “Guárdate tú también de él, pues en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras”. Mas en comparación con el tema de Cristo, y de éste crucificado, las líneas dedicadas a Alejandro y a los falsos maestros y enemigos del Evangelio son mínimas. ¿Qué porcentaje de nuestras palabras, amado hermano, habremos dedicado nosotros a hablar de los falsos profetas?
Yo les he dado tu Palabra. No he rehusado darles todo el consejo de Dios. Que el Señor pueda escuchar esas palabras de nuestros labios cuando nos llame a cuentas. ¿Eso incluye hacerle advertencias concretas al rebaño? Sí, pero eso no puede ser toda nuestra predicación. Mi mensaje no es Cash Luna, Benny Hinn ni Joel Osteen. Mi mensaje es Cristo y este crucificado. Me ha sido impuesta necesidad. Ay de mí si no predico el Evangelio.
1Ti 1:5 Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida,
El propósito del mandamiento de que no se enseñe diferente doctrina ni se preste atención a fábulas y genealogías interminables que acarrean disputas y no edificación de Dios es el amor. El amor a Dios y al prójimo por el que proclamamos lo que al Señor le agrada y lo que al hombre le salva o le edifica, y no otra cosa. Dice Calvino para terminar: “debemos pues poner el mayor cuidado posible en no buscar en la santa Palabra de Dios sino la sólida edificación, no sea que de otra manera el Señor nos reprenda severamente por abusar de ella”.
1Jn 2:26-27 Os he escrito esto sobre los que os engañan. Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.
Finalmente, confiemos. Denunciar el error es una cosa; intentar hacer la obra del Espíritu Santo para que los santos perseveren en la Verdad es otra. Los cristianos genuinos tienen la unción de Dios que los guarda siempre del error. El Espíritu Santo es un guardia que libra del engaño a los que son suyos, que guía al creyente a conocer todas las cosas espirituales. ¿Sabe usted por qué muchos están siendo rescatados de los falsos maestros?  No: no es porque los denunciamos. Es porque ellos, los rescatados, son nacidos de nuevo. Dice el Pastor John MacArthur a ese respecto: “es como si los nacidos de nuevo tuvieran un detector de mentiras incorporado y con su ayuda perseveran en la verdad, mientras que los que permanecen en la herejía y la apostasía manifiestan que nunca nacieron de nuevo”.
Recojo finalmente, a continuación, palabras de un amado hermano de Casa de Oración Culiacán que expresan, en resumen, una posición equilibrada, responsable y sincera de quien se precia de ser espiritual, frente a la disyuntiva de persistir en la Verdad o en el error:
“La manera en que algunos pretenden defender la fe más bien me inspira a pelear, a enojarme contra los que no hablan o creen como yo. Yo no sé en realidad todas las herejías que los líderes más famosos del cristianismo puedan estar enseñando e introduciendo hoy en día, y yo no meto las manos al fuego por ninguno de ellos. Pero creo que el Señor no me ha hecho un capataz del reino de modo que deba yo invertir horas y horas en saber de qué cosas están hablando ellos, o qué están haciendo. Hay muchas cosas de las que Dios me hará responsable, pero entre ellas no están las cosas que otros dicen, sino más bien las que yo digo, y las que hago, y las que pienso, y las que callo. Francamente, con eso tengo”. – Jaime Verduzco Gámez.
Nosotros los pastores, pues, cuidamos la grey de Dios, el rebaño del Señor, y les alertamos de los peligros, sí. Pero su verdadero guardián, y el de nosotros, es el Espíritu Santo.  Sea a Él la gloria por siempre.

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