Autor: Rajel Hendler
Recorriendo diariamente los diarios, viviendo la actualidad en nuestro medio, escuchamos expresiones de políticos y periodistas que nos hacen recordar otras épocas históricas en que los profetas clamaban, amonestaban contra la corrupción, al pueblo, a los gobernantes y dirigentes de entonces. Y también preguntaban: „¿dónde está la vergüenza?
Esto me llevó a repasar algunas de las profecías de Jeremías, de sus Lamentaciones, que conforman Meguilat Eijá que se lee en Tishá Beav.
Jeremías nació poco más de un siglo después de Isaías y era muy joven cuando Dios lo llamó a una misión profética. En sus primeros años sus esfuerzos están dirigidos a “desarraigar” el pecado en todas sus formas.
Jeremías vio confirmada su preocupación en los años que precedieron a la caída de Jerusalén. En el año 605 a.C. Nabucodonosor, rey de Babilonia, impone su hegemonía en Palestina.
Jerusalén fue arrasada y el pueblo desterrado. Jeremías no fue con ellos.
Durante los distintos reinados los sacerdotes, enemigos del profeta, lo perseguían hasta prohibirle sus discursos.
Pero finalmente el pueblo escucha de su boca la palabra de Dios.
Fue entonces cuando su secretario Baruj comienza a escribir todas sus profecías, así fue redactada, con la segunda parte que recibió más tarde, Meguilat Eijá, las Lamentaciones que se leen en Tishá Beav, el 9 de Av.
Después de criticar el paganismo, ataca también las intrigas políticas de la época en la que los dirigentes de Judea adoptan una senda sinuosa que divide al pueblo, lo que indigna al profeta.
Citaremos algunas de sus profecías, de sus oráculos, que consideramos ejemplo y moraleja también hoy. En el Cap. I clama cuando habla a las dos partes, Israel y Judá: “Vuelvan hijos apóstatas, oráculo del Señor, porque yo soy el dueño de ustedes. Yo los tomaré a uno de cada familia y los conduciré a Sión. Después les daré pastores según mi corazón, que los apacenterán con ciencia y prudencia. Y cuando se hayan multiplicado y fructificado en el país en aquellos días....En aquel tiempo se llamará Jerusalén, Trono del Señor. Todas las naciones se reunirán en ella”.
Jeremías predice cuando terminará el exilio: les manda un mensaje a Babilonia: “Edificad casas y morad/ Plantad huerto y comed el fruto/ Casaos y engendrad hijos e hijas/ Multiplicaos allí y no os hagáis pocos/ Procurad la paz de la ciudad a la cual os hice pasar/ porque así ha dicho Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los 70 años yo os visitaré para tornarlos a este lugar”.
Y así se cumplió la promesa de Jehová. En Ezra Cap. I y en Crónicas Cap. II leemos: “El año primero de Ciro, el rey de Persia proclama de viva voz y por escrito: Todos los reyes de la tierra me ha dado Jehová, Dios del Cielo; el mismo me ha ordenado que le edifique una casa en Jerusalén de Judá. Quien de vosotros pertenece a cualquier parte de su pueblo, sea su Dios con él y parta”.
Es el Edicto de Ciro, en 536, se inició el éxodo, después de 70 años, de los judíos de Babilonia.
A lo largo de los siglos, lamentablemente, otros exi-lios ensombrecieron nuestra historia, la historia judía, hasta llegar nuevamente al cumplimiento de las promesas de salvación futura del Cap. 33 de Jeremías en el nuevo Estado Judío de Israel.
Así nos predecía: “He aquí que yo les restituiré la salud y los curaré y los sanaré y les descubriré abundancia de paz y verdad. Yo haré tornar los desterrados de Israel...”
“En las calles de Jerusalén, hoy desoladas aún, han de oírse voces de alborozo y alegría... en las ciudades de la llanura, en las ciudades del Néguev, en la ciudad de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén y en las ciudades de Judá, ha de pastar el ganado”.
Reflexionemos entonces a las conclusiones a que nos lleva una recapitulación de la personalidad y de las profecías, no en el sentido taxativo de los hechos y las palabras, sino en su espíritu, su enseñanza, su moraleja y tengamos fe en el cumplimiento de la segunda parte de la profecía: para edificar y plantar.
Esto me llevó a repasar algunas de las profecías de Jeremías, de sus Lamentaciones, que conforman Meguilat Eijá que se lee en Tishá Beav.
Jeremías nació poco más de un siglo después de Isaías y era muy joven cuando Dios lo llamó a una misión profética. En sus primeros años sus esfuerzos están dirigidos a “desarraigar” el pecado en todas sus formas.
Jeremías vio confirmada su preocupación en los años que precedieron a la caída de Jerusalén. En el año 605 a.C. Nabucodonosor, rey de Babilonia, impone su hegemonía en Palestina.
Jerusalén fue arrasada y el pueblo desterrado. Jeremías no fue con ellos.
Durante los distintos reinados los sacerdotes, enemigos del profeta, lo perseguían hasta prohibirle sus discursos.
Pero finalmente el pueblo escucha de su boca la palabra de Dios.
Fue entonces cuando su secretario Baruj comienza a escribir todas sus profecías, así fue redactada, con la segunda parte que recibió más tarde, Meguilat Eijá, las Lamentaciones que se leen en Tishá Beav, el 9 de Av.
Después de criticar el paganismo, ataca también las intrigas políticas de la época en la que los dirigentes de Judea adoptan una senda sinuosa que divide al pueblo, lo que indigna al profeta.
Citaremos algunas de sus profecías, de sus oráculos, que consideramos ejemplo y moraleja también hoy. En el Cap. I clama cuando habla a las dos partes, Israel y Judá: “Vuelvan hijos apóstatas, oráculo del Señor, porque yo soy el dueño de ustedes. Yo los tomaré a uno de cada familia y los conduciré a Sión. Después les daré pastores según mi corazón, que los apacenterán con ciencia y prudencia. Y cuando se hayan multiplicado y fructificado en el país en aquellos días....En aquel tiempo se llamará Jerusalén, Trono del Señor. Todas las naciones se reunirán en ella”.
Jeremías predice cuando terminará el exilio: les manda un mensaje a Babilonia: “Edificad casas y morad/ Plantad huerto y comed el fruto/ Casaos y engendrad hijos e hijas/ Multiplicaos allí y no os hagáis pocos/ Procurad la paz de la ciudad a la cual os hice pasar/ porque así ha dicho Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los 70 años yo os visitaré para tornarlos a este lugar”.
Y así se cumplió la promesa de Jehová. En Ezra Cap. I y en Crónicas Cap. II leemos: “El año primero de Ciro, el rey de Persia proclama de viva voz y por escrito: Todos los reyes de la tierra me ha dado Jehová, Dios del Cielo; el mismo me ha ordenado que le edifique una casa en Jerusalén de Judá. Quien de vosotros pertenece a cualquier parte de su pueblo, sea su Dios con él y parta”.
Es el Edicto de Ciro, en 536, se inició el éxodo, después de 70 años, de los judíos de Babilonia.
A lo largo de los siglos, lamentablemente, otros exi-lios ensombrecieron nuestra historia, la historia judía, hasta llegar nuevamente al cumplimiento de las promesas de salvación futura del Cap. 33 de Jeremías en el nuevo Estado Judío de Israel.
Así nos predecía: “He aquí que yo les restituiré la salud y los curaré y los sanaré y les descubriré abundancia de paz y verdad. Yo haré tornar los desterrados de Israel...”
“En las calles de Jerusalén, hoy desoladas aún, han de oírse voces de alborozo y alegría... en las ciudades de la llanura, en las ciudades del Néguev, en la ciudad de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén y en las ciudades de Judá, ha de pastar el ganado”.
Reflexionemos entonces a las conclusiones a que nos lleva una recapitulación de la personalidad y de las profecías, no en el sentido taxativo de los hechos y las palabras, sino en su espíritu, su enseñanza, su moraleja y tengamos fe en el cumplimiento de la segunda parte de la profecía: para edificar y plantar.
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