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„ La ley del Espíritu de vida“ Segunda Parte


Dios se hizo hombre. ¡Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad! El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, porque el pecado comenzó cuando una criatura quiso ser como Dios, entonces Dios dice: «Ahora me haré una criatura». El pecado rompió la ley de la vida original, porque trajo la muerte, pero este a su vez fue destruido (y no será más) por una ley superior de vida, la cual es eterna. Dios contrarrestó la exaltación de la criatura (Satanás), con la humillación del Creador, haciéndose igual a nosotros. «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:5-8). Él se hizo nada para ejecutar el plan de salvación.
Este fue el plan de salvación: si una criatura violentó la ley del cielo (que nadie puede ser como su Creador), «Ahora yo —dijo Dios— como Creador, voy a contrarrestar la ley del pecado, haciéndome hombre (criatura)». De tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo, ese es el misterio de la piedad, el misterio del evangelio: «Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria» (1 Timoteo 3:16). ¡Oh, inescrutables son los caminos de Dios, insondables sus juicios, profundas son las riquezas de su sabiduría y de su ciencia! ¿Quién conocerá la mente de Dios, sino el Espíritu de Dios que mora en él? Pero Dios nos reveló estas cosas por el Espíritu (Romanos 11:33; 1 Corintios 2:16,10).

Dios alteró, hizo sombra y aisló, para que el Santo de Dios no naciera con la herencia de Adán (Lucas 1:35). El Señor pudo venir con toda la potencia de los cielos y acabar de una vez por todas con el diablo, pero por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, dice en Hebreos: «…él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre» (Hebreos 2:14-15). Por eso Jesús, nacido del vientre de una mujer, no heredó nada en el sentido moral ni tuvo inclinación al pecado, porque él vino a representar a Adán, y con su santidad destruyó la pecaminosidad en el hombre. ¿Cómo lo hizo? Con la ley del Espíritu de vida contrarrestó la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2,3).

Entiendo que el Señor es el único que tiene derecho a traspasar y alterar sus leyes, por eso es Dios. Y él lo hace cuando quiere. Vemos que Dios abrió el Mar Rojo (Éxodo 14:16), detuvo el sol y la luna para alargar un día (Josué 10:13); Jesús caminó sobre las aguas (Mateo 14:25), ordenó calma a los vientos y al mar, y al instante vino una gran bonanza, en medio de una gran tempestad (Mateo 8:26), porque las leyes establecidas por Dios, no están por encima de él, sino que les están sujetas. Por eso es nuestra justicia, nuestro juez, nuestro legislador, nuestro rey y nuestro salvador (Isaías 33:22).

El pecado alteró para destruir, Dios alteró para dar vida. Nota que toda forma de pecado en el mundo se manifiesta en hechos contra las leyes de la naturaleza (la creación) y contra Dios (Creador). En la Epístola a los Romanos, el apóstol lo describe de la siguiente manera

...Habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y CAMBIARON la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al  Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres CAMBIARON el uso natural por el que es CONTRA NATURALEZA, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzoso hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío» (Romanos 1:20-27).

Nota en la cita del párrafo anterior, el énfasis en la palabra «cambiaron»: «cambiaron la gloria…»; «cambiaron la verdad...»; «cambiaron el uso natural...» El pecado es un cambio, una alteración de lo que Dios ha establecido. La redención en Cristo Jesús deshace las obras del pecado y restaura todo al estado original.

La práctica de la homosexualidad, ya sea del hombre o la mujer (lesbianismo) es contra naturaleza. La idolatría también es una alteración, porque consiste en adorar a hombres, obras de artífice (yeso, madera, hierro, imágenes) y cosas creadas (aves, vacas, serpientes, ranas, el sol, las estrellas, etc.) en vez de adorar al Creador. Por eso, el problema grande de este planeta es el objeto de su adoración, ya que Dios legisló: «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas... A Jehová tu Dios temerás, a él solo servirás, a él seguirás, y por su nombre jurarás. Él es el objeto de tu alabanza, y él es tu Dios, que ha hecho contigo estas cosas grandes y terribles que tus ojos han visto» (Deuteronomio 6:4-5; 10:20-21). Él debe ser el único objeto de nuestra alabanza.

Y nota que cuando el diablo trató de tentar a Jesús, todo fue enfocado, primeramente, en sacarlo de su obediencia perfecta al Padre, diciéndole: «...di a esta piedra que se convierta en pan» (Lucas 4:3). Pero como el Señor no fue al desierto a tener un banquete, sino que fue llevado por el Espíritu Santo, en ayuno y oración, a prepararse para el ministerio, para vencer al diablo donde él venció a Adán, Jesús le respondió: «Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios» (v. 4). Entonces, el diablo lo llevó a un alto monte, donde le mostró, en un instante, todos los reinos de la tierra, y le dijo: «A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos» (Lucas 4:6-7). Pero sólo Jehová es Dios, y precisamente Jesús vino a cumplir su voluntad, por eso le dijo: «Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás» (Lucas 4:8). No bastándole con ello, el diablo lo subió al pináculo del templo, en Jerusalén, para entrarlo en presunción, en falsa fe, diciéndole: «Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden; y, en las manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra» (Lucas 4:9-11) Pero Dios, ni había subido a su Hijo allí ni tampoco le mandó a tirarse, por tanto, Jesús le respondió: «Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios» (v. 12). Jesús solamente tenía un Señor a quien obedecer, y ese es Dios. Obligar a Dios a realizar cosas que no están dentro de su voluntad, es tentarlo. No importa qué piense el tentador, Jesús nació y vino al mundo para dar testimonio de la verdad, no para hacer presunción de la misma.

Luego, el diablo trató de tentarlo en otras cosas (Lucas 4:13), pero encontró en Jesús a uno que la palabra de la serpiente no lo hipnotizaba ni le hacía ver lo malo como bueno, ni lo bueno como malo. Alguien que tenía la mente de Dios, y que tenía claridad de pensamiento y sus sentidos estaban ejercitados en la verdad. Alguien que nació en Espíritu, porque Jesús no solamente era Espíritu porque era Hijo de Dios, era Espíritu porque él nació por medio del Espíritu Santo que hizo sombra en el vientre de María. Por eso, todo aquel que viene al reino de los cielos es nacido igual que Jesús, sale del vientre de Dios, «... los cuales —dijo Juan— no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios» (Juan 1:13).

¿Cómo obra Dios en nosotros el nuevo nacimiento? Haciendo una operación en tu interior, por medio del Espíritu Santo, el cual te dota de un corazón y un espíritu nuevo. La misma operación que el Espíritu Santo hizo en el vientre de María, que lo aisló, para que no contaminara el cigoto del Espíritu, así Dios puso una nueva naturaleza en ti, la cual, dice Juan, no practica el pecado y no puede pecar, porque es nacida de Dios (1 Juan 3:9).

En la salvación se alteran las leyes, porque el que es Justo, viene a pagar el castigo del injusto. Dice la Palabra que Dios de ningún modo tendrá por inocente al malvado, pero tampoco dejará caído al justo. Ahora, al que le llaman «Jehová, justicia nuestra» (Jeremías 23:6), estaba en agonía, sudando sangre, porque sería juzgado como pecador y siendo «santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos...» (Hebreos 7:26). Hay un pensamiento en el libro de los Hechos que es difícil de entender, pero cuando Pedro predica a los judíos les dice: «... matasteis al AUTOR de la vida…» (Hechos 3:15). ¿Cómo se puede matar al autor de la vida? ¿Cómo el que hizo la vida murió? Así es, y con ello es otra ley que se altera. Nota lo que le costó a Dios acabar con la ley del pecado: para contrarrestar a la criatura que quiere igualarse al Creador, se vuelve criatura; para terminar con el malvado, juzga como un criminal al que es inocente y justo; y para terminar con el reinado de la muerte, mata al autor de la vida.

Si analizamos el juicio que le hicieron a Jesús, veremos que fue ilegal. En el mismo se presentaron testigos falsos, y con ello no sólo se violaron las leyes judías, sino también las leyes de los romanos, con el único fin de condenar a Jesús. Inclusive el sumo sacerdote vino con una trampa, y le dijo: «Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios» (Mateo 26:63). Jesús sabía que, frente a esas palabras del sumo sacerdote, él no podía guardar silencio, aunque estaba consciente de que si hablaba se condenaba. Él les había dicho a sus discípulos que no se avergonzaran de él, por tanto, ahora no podía avergonzarse de la relación que tenía con el Padre, por eso se dijo: Entre negar lo que soy y decir lo que soy, prefiero decirlo, y respondiendo, les dijo: «Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo» (Mateo 26:64). A Cristo no le importó condenarse ante lo que era una farsa, una mentira, una manipulación, el uso de la autoridad sagrada de sumo sacerdote con fines viles. Él no cayó en el lazo, lo que pasa es que Jesús no podía negarse a sí mismo, negar que él era el Hijo de Dios que había venido a salvar al mundo.

Entonces, el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece?» (Mateo 26:65-66) Y con esto desató la furia de la turba quien lo sentenció a reo de muerte, le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban, y se burlaban (Mateo 26:67-68). Ellos condenaron a Cristo como blasfemo, pero un día, dice en Apocalipsis 1:7, aquellos que le traspasaron verán al Rey en su hermosura. Ellos lo verán sentado a la diestra del Padre, pero ya no tendrán esperanza.

La salvación y todo el sacrificio que conllevó Dios en realizarla se debió a que se alteraron leyes. Por lo cual, Jesús le dijo al Padre, entrando en el mundo: «Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo» (Hebreos 10:5) Y dice la Biblia que él, en su cuerpo, tomó la responsabilidad, y llevó la ley del pecado que cayó sobre Adán, en su carne (1 Pedro 2:24), porque era necesario que deshiciera las obras del diablo. Por eso es que para los judíos el evangelio les es tropiezo y una locura. Imagínate el que dice ser Dios, llevando el pecado; el que es justicia, llevando la injusticia; el bueno llevando la maldad.

En el cuerpo de Cristo fue clavado el viejo hombre. Dijo Pablo: «…sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado» (Romanos 6:6) Es decir, lo que éramos en Adán, la naturaleza en la cual reinaba el pecado, fue crucificada juntamente con Jesús, para que el cuerpo carnal sea destruido y no tengamos que servirle más al pecado. Y cuando Jesús entregó el espíritu a su Padre, le dijo: «Consumado es...» (Juan 19:30) y encomendó su espíritu. Con esto le estaba diciendo: «Padre, sepárame el aliento de vida porque eso es tuyo y es santo, pero este cuerpo que he entregado para que ocupe el lugar de Adán, para que lleve la maldición de la muerte, sepúltalo. Ya la obra fue consumada, ahora glorifícate haciendo la separación, y tomando lo que es tuyo». El pecado trae separación. Por seis horas estuvo Jesús separado del Padre por ocupar nuestro lugar, y sobre su cuerpo estábamos tú y yo incluidos, pues él tomó en su cuerpo nuestra vergüenza, nuestra ignominia, nuestra separación, nuestra inclinación, nuestra maldad, y la ley de la muerte que nos mantenía cautivos.

Nadie se le escapó al pecado, porque para destruirlo tenía que ser con otra ley superior. Por ejemplo, cohetes y trasbordadores espaciales, al despegar hacia el espacio, lanzan una ráfaga de fuego que les sale de abajo. Esas llamas son el combustible que los impulsa al espacio, rompiendo la ley de gravedad en la atmósfera. Esa propulsión a chorro se basa en la aplicación de la ley de Newton, llamada de la acción y reacción. Sabemos que hay una ley natural que mantiene los cuerpos (ya sea en movimientos o estáticos) en su espacio, y a menos que una fuerza superior venga y los mueva o detenga, estos conservan su posición. Por tanto, para propulsar los aparatos espaciales fuera de la atmósfera, tiene que ser con fluidos o combustibles que, al ser expulsados, provocan una reacción que se manifiesta en un sentido inverso: El fluido corre hacia abajo, y el aparato es impulsado hacia arriba. Con ello se rompe la ley de la  gravedad, pues los cuerpos no tienden a ir hacia arriba, sino que hay que aplicarle una fuerza superior que los induzca (una ley superior para abolir otra ley).

Fíjate que cuando se rompe una ley, pasa algo, por ejemplo, se escucha como una explosión, cuando un avión rompe la velocidad del sonido. Cristo rompió una ley natural, cuando en su cuerpo clavó la ley del pecado y todo lo que era el viejo hombre, para que el cuerpo del pecado sea destruido (Romanos 6:6). La Palabra destruido, en griego, tiene un significado tremendo, porque es anular, y también desactivar algo. Me imagino cuando un terrorista pone una bomba en un edificio y entonces se llama a los agentes antiexplosivos. Faltan cuarenta y cinco segundos para que estalle todo y el experto, sudando, tratando de ver cuál es el cable que va a cortar, y lo hace justo antes de que estalle el artefacto. Así desactivó Cristo la ley del pecado que era contra nosotros.

El pecado era una bomba que nos separó de Dios, y nos llevaba cautivos a la destrucción total, pero vino Dios en el cuerpo de Cristo, y comenzó a operar para que no estalle, gastando en él hasta la última energía. «¿Cuánto le queda Padre?» Seguro preguntaba Jesús. Y éste le contestaba: «Son seis horas Hijo, aguántalo ahí, hasta que lo desactives, ya está perdiendo fuerza. Sigue ahí, contrarresta el pecado». Él soportó, y a las tres de la tarde, expiró. Con su muerte, el pecado fue desactivado. El espíritu de Cristo fue al Padre y el cuerpo murió, porque la carne era la que tenía que morir. Llegada la hora, la naturaleza fue alterada y sus leyes trastocadas. Dijo Lucas: «... hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad» (Lucas 23:44-45). Y Mateo narró: «…la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros…» (Mateo 27:51-52). La ley de la muerte fue destruida por una ley superior, la de la vida.

Ahora podemos entender y decir como dijo el apóstol: «... ninguna condenación hay para los que están EN CRISTO JESÚS…» (Romanos 8:1) ¿Por qué? Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús los ha librado (en griego, los ha libertado) de la ley del pecado y de la muerte. El cuerpo de Cristo que fue a la tumba, enterró con él la ley del pecado y de la muerte. Jesús, haciéndose pecado, destruyó el pecado, y „muriendo le dijo a la muerte: «Muerte yo soy tu muerte y tu destrucción (Oseas 13:14)» ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15:55)». Esa es la paradoja del evangelio: morir para vivir, «... llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos» (2 Corintios 4:10).
Luego que todo había pasado, al tercer día dijo Dios: «Así como la ley del pecado prevaleció, y en Adán la ley del pecado se multiplicó hasta llenar la tierra, ahora yo voy a hacer una nueva creación, para que la ley de vida prevalezca y el conocimiento de mi gloria cubra la tierra, como las aguas cubren el mar» (Habacuc 2:14). Adán fue hecho en el sexto día, Cristo murió el mismo día, un viernes. Dios reposó de todas sus obras el séptimo día (sábado), así también el cuerpo de Cristo reposó todo el sábado en la tumba de José de Arimatea. El 
domingo, que equivale al primer día de la creación, llegó el cumplimiento de la Palabra que fue dicha por Dios: «... he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento» (Isaías 65:17). Entonces dijo, frente a la tumba de Jesús: «Sea la LUZ», y Cristo que es la luz de mundo se levantó, tal como nos fue dicho: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá» (Juan 11:25) Y se levantó de los muertos, pues «... sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella» (Hechos 2:24). Dios no permitió que su alma permaneciera en el Hades, ni su Santo viera corrupción (Hechos 2:27).

En aquel momento de la resurrección también se alteró una ley, y hubo un gran terremoto (Mateo 28:2). Los sellos que pusieron para asegurar a aquel sepulcro volaron (Mateo 27:66), y la piedra fue removida (Mateo 28:2), y aun los guardias que fueron puestos para vigilar temblaron y se quedaron como muertos (Mateo 28:4). En aquel momento, Dios escribió una nueva ley: «Desde ahora en adelante no prevalece la ley del pecado, sino la ley de la vida. En vez de la muerte, la vida; en vez de la ley del pecado, la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús». ¡Gloria sea a su Nombre! Eso es lo que celebras en el bautismo, amado hermano (Romanos 6:4). Tu vida en Adán, fue crucificada en la cruz del Calvario, y cuando eres bautizado en Cristo Jesús, estás sepultando tu cuerpo de pecado, para que no reine más Adán en tu cuerpo mortal, sino Cristo. Entonces, ya no le servirás más a la ley del pecado que te lleva hacia la muerte, sino a la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús.

Por eso es que a la nueva alianza se le llama el pacto del Espíritu y ministerio del Espíritu, porque Dios ha mandado su Espíritu, y hemos sido hechos moradas de Dios en el Espíritu. Ahora vivimos en el Espíritu, andamos en el espíritu, hablamos lenguas espirituales, y lo hacemos todo por el Espíritu. Esa es la ley de vida en Cristo Jesús. Con el cuerpo de Cristo resucitado comenzó el reino de la vida y la ley de la vida. Se deshizo la ley del pecado, y comenzó la ley del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23). Este es el nuevo pacto que Dios anunció: «Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo...» (Hebreos 8:10)  Es en este nuevo hombre, nacido según Dios en justicia y santidad de la verdad, que conocemos a Dios y tenemos fe para creer que Jesucristo es el Hijo de Dios. Entonces ¿cuál es superior, la ley del pecado o la ley de vida en Cristo Jesús? Hemos visto que la ley de vida es superior. Por eso no entiendo por qué los cristianos se dejan vencer por la ley del pecado, si la ley de vida es superior a la ley de la muerte, y la ley del Espíritu es superior a la ley del pecado.
La Biblia dice que nosotros somos tentados cuando de nuestras propias concupiscencias, o malos deseos, somos seducidos (Santiago 1:14). Así se produce la tentación. Ahora ¿cómo se produce la victoria? La victoria se produce cuando andamos en el Espíritu. Eso fue lo que quiso decir el apóstol cuando dijo:

„Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del espíritu es vida y paz (Romanos 8:3-6).“

La ley del pecado me lleva a enemistarme contra Dios, porque me lleva al mal, y no se sujeta a la ley de Dios ni tampoco puede. Tú no puedes ser santo reformando el viejo hombre, porque este viejito será vicioso, aunque lo reformes, lo peines, lo cambies, lo perfumes, le pongas bozal, etc. La ley del pecado de la única manera con la cual se puede vencer es con la ley del Espíritu. No hay otra forma. Tienes que dejar de vivir en la ley del pecado, para vivir en la ley del Espíritu. Dios nunca trató de reformar al viejo hombre ni manda a nadie que lo haga. Cuando la Biblia habla del viejo hombre, lo hace de esta manera: «Despojaos del viejo hombre» (Efesios 4:22). Despojarse es quitarse, arrojar a un lado, echar afuera. No hay que reformarlo, sino quitárselo de encima.

La Biblia habla de despojarse del viejo hombre con sus hechos (Colosenses 3:9), porque ya Cristo lo mató en la cruz (Colosenses 2:14-15). Por eso la ley del Espíritu se expresa en la cruz, cuyo mensaje dice: (1) Cristo fue crucificado por mí. (2) Yo fui juntamente crucificado con Cristo. (3) Cristo es crucificado en mí. Son tres cruces: él por mí, yo en él, y él en mí. Por eso tengo que quitar todo vestigio de la carne en mí, para no hacer vano el sacrificio que Cristo hizo en la cruz por mí, pues «... el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz» (Romanos 8:6). Y ocuparse es lo que uno tiene en mente, lo que se tiene en el pensamiento, en lo que uno se concentra. La versión de Las Américas (LBA) traduce: «Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz». Por tanto, aquí no dice que tomes al viejo hombre y lo mejores, o que hagas sacrificios o rituales, no, no, no. La única manera de matar la ley del pecado es  viviendo en el Espíritu de vida en Cristo Jesús; quitar la mente de la ley del pecado y ponerla en la ley del Espíritu.

Si tienes, por ejemplo, la debilidad de la ira, y eres un colérico arrebatado, y de momento se te sale el viejo hombre frente a una dificultad, la manera de vencer la ira en ese momento no es reprendiendo ni haciendo ejercicios religiosos, o meterte en ayuno por  cuarenta días, para que se vaya la ira, no, amado. Te aseguro que cuando entres en crisis volverás a tirar los platos, porque se trata de matar una ley que tú no tienes poder para matarla. Ya Cristo la mató. Lo que tú tienes que hacer es tomar la victoria de Cristo que es la ley del Espíritu, y aplicarla. Entonces, dirás: «Lo contrario de la ira es la paciencia, y la paciencia es un fruto del Espíritu. Yo voy a andar en el Espíritu para andar en paciencia, y andando en paciencia, someto la ira». Tan sencillo como eso. Ya no andarás en tensión, pues has echado sobre el Señor tu carga y él te sustentará (Salmos 55:22).

La religión nos ha enseñado a pelear con los malos pensamientos, y veo que cuanto más pelean, peores pensamientos tienen. Entonces, al ver la imposibilidad, muchos dicen: «No vale la pena ser cristiano». Esa es la lucha que casi todos tenemos, en nuestro anhelo de agradar a Dios, porque estamos tratando de evitar el problema en nuestras propias fuerzas. Pero si Cristo anuló el problema, quitándolo de en medio y clavándolo en la cruz, ignora el pecado y despójate de los deseos engañosos, viviendo la vida de la resurrección, la vida del Espíritu.

Dentro de ti mora el Espíritu Santo, anda en él; tienes una naturaleza nueva, espiritual, anda en ella; se te ha impartido fe, anda en la convicción de lo que no se ve. La incredulidad (que fue lo que trajo la ley del pecado) se contrarresta con la fe. La incredulidad no se va con ayuno y oración, se va viviendo en fe. ¿Sientes odio, raíz de amargura, resentimiento? Perdona. Quizás replicarás: «Pero ¿cómo me pides que perdone al que me violó cuando era un niño? ¿Cómo perdonaré al que abandonó y desamparó a mi familia? ¿Cómo he de perdonar al que mató a mi hijo? ¡No he de descansar hasta que pague!» El rencor al primero que daña es al que lo siente, es posible  que dejes tu vida ahí. Por eso, lo que tienes que hacer es echarle mano a la ley del Espíritu, donde hay justicia perfecta, y está el perdón y que traerá a tu vida paz. Déjame decirte que lo primero que salió de Cristo en la cruz fue el perdón, porque tanto nos amó Dios que nos perdonó en el Hijo (Efesios 4:32). Entonces, cuando vives en el Espíritu hay perdón, porque la ley del Espíritu te hace olvidar el resentimiento, y saca la raíz de amargura neutralizando el dolor, para que no tenga poder ni autoridad en tu vida.

Dios no te va a quitar la carne hasta el día en que venga Jesucristo. En un abrir y cerrar de ojos a la final trompeta, cuando esto corruptible sea vestido de incorrupción y esto mortal de inmortalidad, allá te va a librar de la carne, y por eso, como nosotros, la naturaleza gime y clama por nuestra liberación que también es la de ella. Mientras tanto hay que ocuparse del Espíritu, para que no reine más el pecado, en nuestro cuerpo mortal (Romanos 6:12), ocasionándonos tristeza y depresión. Viviremos una vida victoriosa andando en el Espíritu, pensando en el Espíritu, hablando en el Espíritu, y haciéndolo todo en el Espíritu, porque estamos ahora en el tiempo de la gracia, en la dispensación y la ley del Espíritu, no en el régimen de la letra. Te aseguro que, si le echamos mano a esto, dejaremos al diablo sin trabajo.

Amado, tengamos sabiduría y vivamos en la ley del Espíritu, vivamos en el régimen del Espíritu, y dejemos a la religión que siga tratando de reformar al viejito. Mas tú despójate de él y anda en el Espíritu y el pecado no reinará más en tu cuerpo mortal. Esto es un asunto de reinar, de poder. Dios nos ha hecho entender que tenemos que despojarnos de las obras de las tinieblas, y vestirnos de las armas de luz, del fruto del Espíritu. Debemos dejar a un lado el ser sólo oidores, para ser hacedores de la voluntad de Dios. No nos ejercitamos en el Espíritu, porque los afanes de esta vida, los engaños de las riquezas, las turbaciones y tantas cosas nos han nublado el entendimiento. Y la religión nos ha enseñado una forma equivocada de pelear contra el pecado. Pero el evangelio nos fue dado con claridad, y nos enseña un camino nuevo y vivo, que ya nos ha sido dado en Cristo Jesús. Todos tenemos herencia de nuestros padres (herencia adánica); y todos tenemos enemigos que batallan contra el alma, pero si aplicamos la ley del Espíritu de vida, esta romperá en nosotros aquello que nos neutraliza y también nos capacitará para andar en el Espíritu.

Hemos dicho que una ley es una fuerza o una influencia que nos conduce a una acción. Tratar de vencer la ley el pecado con esfuerzos es una tarea inútil. La única manera de vencer una ley es aplicándole otra ley superior a esta. La ley del Espíritu de vida es más poderosa que la ley del pecado. Así que los cristianos sabios no pierden su  tiempo ni su fuerza luchando para vencer la ley del pecado, simplemente viven en la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, la cual los ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2).


Seguros en Cristo Ministry Col. 2.10 
Guildo José Merino 
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Mientras Angélica Zambrano permanecía muerta ante la vista de su madre y algunas personas, Dios le revelo varios acontecimientos proféticos, para la iglesia y para todo el mundo, pero sobre todo es un mensaje de alerta para todas aquellas personas que aun dudan sobre la posibilidad de un Infierno y un Cielo. El mensaje que veras a continuación no te dejara indiferente, ya que podría ser una última advertencia para tu vida. Video de introducción. Parte 1 Parte 2 Hechos 2:17

PREDICAS LIBRO DE ROMANOS por ARMANDO ALDUCIN

El libro de Romanos, es sin duda el libro con mas Doctrina de toda la Biblia, en pocas palabras es la columna vertebral del cristianismo. El libro de Romanos deberia de ser el primero en ser estudiado de manera sistemática cuando apenas el creyente esta en sus primeros pasos además de que todo cristiano lo debe de saber. Aquí les pongo el estudio del libro de Romanos versículo por versículo, la calidad del audio es regular. . NOTA PARA DESCARGAR : PARA USAR RAPIDSHARE DEN CLIK DONDE DICE "FREE" AHI APARECERA UN CONTADOR, DESPUES LES PEDIRA UNA CLAVE LA CUAL AHI MISMO SE LAS MUESTRA, ESCRIBELA EN EL ESPACIO RESPETANDO MAYÚSCULAS Y MINÚSCULAS Y LUEGO CLIK EN DOWNLOAD. PARA VOLVER A DESCARGAR OTRA PREDICACION, EN ALGUNAS DEBES DE ESPERAR ALGUNOS MINUTOS PARA NUEVAMENTE VOLVER A DESCARGAR. CREDITOS: http://www.decristoparati.blogspot.com/ 1.- QUE ES EL EVANGELIO http://rapidshare.com/files/107570876/01.-Qu__es_el_Evangelio.mp3 2.- JESUCRISTO VIVE http://rapidshar

Confiar en Dios

¿Ha tenido usted temores acerca de cuál será su futuro a corto o largo plazo? ¿Encuentra usted difícil confiar en lo desconocido y lo invisible, incluyendo a Dios? ¿Ha tratado de creer en algo y sin embargo no puede?, pues su mente le dice: No es posible. Usted no está solo (a) y no crea que usted es un terrible pecador y que solo a usted le pasa o que usted es la persona más incrédula y menos espiritual que hay en este mundo; pues hermano(a) la verdad es que nadie nació creyendo, pues lo nuestro es un proceso de revelación por parte de Dios a través de su Espíritu Santo a nuestro corazón, que fue abriendo nuestros ojos y nuestro entendimiento progresivamente y cambiando nuestra antigua forma de ser por medio de la palabra de Dios escrita (La biblia) y por medio de la palabra de Dios hablada (Predicadores, evangelistas, etc.), cumpliéndose lo dicho por el Apóstol Pablo el cual decía que la fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Romanos 10:

QUIEN ES RAFAEL RODRIGUEZ?

Por: Rafael Hernandez (Articulo sujeto a ampliacion y actualizacion) Download Hasta el día de hoy (12-21-09) Rafael Rodríguez y Dyanara Rubio siguen justificando su pecado de adulterio y fornicacion, ademas, Rodriguez culpa a sus ex-esposa por lo sucedido. En semejante condicion continua predicando (Porque nunca paro) y hasta con lágrimas. De hecho en una defensa pública que hace su ministerio a través de internet dice lo siguiente: ¿Quién Es Rafael Rodríguez? viernes 28 de agosto de 2009 Rafael Rodríguez es una persona que fue tocada por el poder de Dios y transformada de una forma que solo podría haber hecho la manifestación de Jesús en su vida. Con más de 30 años de haber aceptado a Jesús como su Salvador y de trabajarle a El sin descansar, hoy podemos decir que ha sido usado más por Dios que lo que pudo haber hecho para el mundo, miles y miles de personas han aceptado a Jesús como su Salvador a través de el mensaje predicado por él, muchos han sido fortalecidos y

TU NOMBRE EN LA PARED Pastor Edwin Santiago

1 TIMOTEO 6:9 Y 10 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Las Sagradas Escrituras alertan a la Iglesia De Jesucristo a no desear enriquecernos. Pero...¿Es malo el dinero? Por supuesto que no. El dinero no es malo, lo malo es EL AMOR AL DINERO. Y entonces... ¿Porque Pablo mejor no dijo: Busquen enriquecerse, pero cuidado con no enamorarse del dinero? Pondre el ejemplo de cuando un chico y una chica se enamoran: Yo se que se habla mucho sobre el "amor a primera vista" yo personalmente no creo en eso, porque el amor es mucho mas que un simple gusto. ¿Y entonces como llega el amor? El amor en esos chicos empieza a formarse conforme van compartiendo platicas, comidas, helados, canciones, en fin... Con el tie