El General Dwight D. Eisenhower dio ordenes para que fueran fotografiados y filmados los campos de concentración del nazismo. Algunas de esas fotos son escalofriantes, pero resultan al mismo tiempo, un documento irrevocable de la existencia de la barbarie nazi. Y alguien podrá preguntarse: ¿Hace falta ver este horror para saber que eso ocurrió? ¿No se trata más bien del morbo humano que de un sincero anhelo de información?
Las respuestas a estas interrogantes quedan aclaradas por las propias declaraciones de Eisenhower. Parece que aquel hombre, conocedor que la memoria histórica de la humanidad es muy corta, y que sin pruebas gráficas todo puede quedar en agua de borrajas, decidió inmortalizar esas escenas de brutalidad satánica para que nadie nunca pudiera decir “que esto nunca sucedió”. Estas fueron exactamente sus palabras: “Que se tenga el máximo de documentación – hagan filmes, graben testimonios – porque ha de llegar un día en que algún idiota se va plantar y decir que esto nunca sucedió”.
Esta y no otra fue la razón que llevó al General Eisenhower a inmortalizar la barbarie nazi. Y hasta hoy, y en lo referente al país donde se desarrolló, no ha vuelto a suceder cosa semejante. Sus palabras fueron una vacuna que han provocado arrepentimiento y vergüenza.
Si vamos más atrás en el tiempo llegamos a la edad medieval: época de leyendas y caballeros, época de princesas y dragones, época de honor y valentía… bueno eso pertenece a la visión romántica que el cine evoca. Pero la realidad fue muy diferente, especialmente, para aquellos que creían en Dios y en Su Palabra. Muchos de los cristianos del medievo sufrieron persecución, rapto, tortura y muerte por los así llamados cristianos. Cristianos que creían en el Papa más que en Dios.
La memoria histórica sobre esos sucesos es tan corta como lo puede ser la vida de cualquier ser humano. ¿Por qué? Se me ocurre que será porque no tenemos documentos gráficos de las torturas y muertes de los fieles llamados herejes por el catolicismo de antaño. ¿Qué pasaría si tuviéramos fotografías y videos sobre las hogueras y sobre las muertes en esos horribles instrumentos de tortura donde muchos sufrieron injustamente por defender la libertad de conciencia? ¿Qué pasaría si pudiéramos disponer de grabaciones sobre los tribunales religiosos que dictaminaron la muerte de los valdenses quienes fueron despeñados desde las montañas del Piamonte italiano tan sólo por seguir la voluntad de Dios por encima de la de los prelados de turno? Seguramente nos dejarían tremendamente impactados. Y ese impacto negativo haría que algunas cosas hoy fueran distintas, especialmente, en cuanto al Vaticano.
Ciertamente el pasado pertenece al pasado. Pero no es menos cierto que si olvidamos nuestro pasado estamos condenados a repetirlo. Por eso, mirando al pasado desde mi presente, me pregunto si hoy el Papa sería considerado por la gran mayoría de políticos y líderes religiosos como el referente moral del s. XXI. Me pregunto si hoy el Papa tendría tanta repercusión en sus propuestas político-religiosas. Me pregunto si hoy el Papado, como tal, podría seguir existiendo. Me pregunto si el perdón que Juan Pablo II pidió por la barbarie papal del medievo (el catolicismo nunca ha hablado de barbarie, claro) hubiera sido más creíble de lo que resultó ser, al menos para mí.
Si los supervivientes de los cristianos que fueron torturados y exterminados hubieran tenido a su disposición cámaras quizás no hubieran dejado de inmortalizar la barbarie papal pensado precisamente lo mismo que pensó y dijo Eisenhower: “ha de llegar un día en que algún i… (¿incauto?) se va a plantar y decir que esto nunca ocurrió”.
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