Francia y Suecia consideran que el referéndum celebrado el domingo es "una expresión de intolerancia" y es resultado de los "prejuicios"
Entre los políticos ha sido Bernard Kouchner, el ministro de Exteriores de Francia, el primero en hablar. Y ha sido muy crítico. Kouschner ha dicho que, si se prohíbe la construcción de minaretes, "se está oprimiendo a una religión". El jefe de la diplomacia francesa se ha mostrado "un poco escandalizado". "Es una expresión de intolerancia y yo detesto la intolerancia", ha declarado Kouschner a una radio francesa, quien se ha preguntado: "¿Es una ofensa para un país de montañas que haya una construcción un poco más alta?"
Tras Kouchner, también ha manifestado su opinión el ministro de Exteriores sueco, Carl Bildt, quien ha cuestionado incluso la idoneidad de celebrar la consulta. Según Bildt, cuyo país ostenta la presidencia de la Unión Europea (UE), el resultado del referéndum es la consecuencia de un "prejuicio". Además, Bildt considera "extraño" que se someta a consulta popular esta cuestión. "Normalmente, Suecia y el resto de países cuentan con urbanistas que toman las decisiones sobre estos temas. Decidir este tipo de cuestión por referéndum me parece realmente extraño".
También la asamblea parlamentaria del Consejo de Europa ha expresado en un comunicado su "gran preocupación" por lo que, a su entender, puede provocar "sentimientos de exclusión y profundizar en las fracturas" en las sociedades europeas. "La decisión, aunque sea la expresión de la voluntad popular, es una fuente de preocupación profunda", ha declarado Lluís Maria de Puig, presidente de la Asamblea Parlamentaria. El resultado "muestra los miedos de la población suiza -y europea en general- frente al integrismo islamista", ha añadido.
Un 57,5% de los votantes suizos respaldó la iniciativa del ultraderechista Partido Popular Suizo (SVP-UDC), que no afectará a los cuatro minaretes ya existentes en el país. Aunque los resultados mostraron una importante brecha entre la población de habla alemana y la francófona. De los 23 cantones suizos, sólo cuatro rechazaron la prohibición: Basilea-Ciudad, de habla alemana, y Ginebra, Neuchâtel y Vaud (Lausana), de habla francesa.
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