Arabia Saudí anunció ayer que va a seguir bombardeando las posiciones de los rebeldes yemeníes hasta que los eche de su territorio, aunque subrayó que su aviación sólo opera dentro de sus fronteras. Según fuentes saudíes, 40 guerrilleros han muerto y otros 40 se han rendido desde que empezaron los ataques el jueves. Sin embargo, los insurgentes aseguraron anoche que habían capturado a varios soldados saudíes dentro de territorio yemení y que planeaban mostrar un vídeo para probarlo.
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La tribu de los Huthi desafía el poder del Gobierno yemení en el norte del país
"Les haremos entrevistas , pero les trataremos con respeto", declaró un portavoz rebelde identificado como Mohamed Abdel-Salam a la cadena Al Jazeera. La conversación, de la que se hizo eco la agencia Reuters, se produjo vía telefónica, ya que el Gobierno de Yemen no permite el acceso a la zona de los combates, lo que hace imposible verificar de forma independiente lo que ocurre. De ser cierto, significaría que Arabia Saudí ha lanzado una operación terrestre. El jueves, fuentes diplomáticas árabes en Saná filtraron a la prensa que la aviación saudí estaba bombardeando a los rebeldes dentro de territorio yemení. Ninguno de los dos Gobiernos lo ha reconocido.
Riad justifica su intervención por el ataque transfronterizo que el miércoles mató a dos de sus soldados. "Eso da derecho al reino a tomar todas las medidas necesarias para acabar con esta presencia ilegal", explica un comunicado difundido por la agencia oficial de noticias saudí, SPA. El texto asegura que la persecución a los infiltrados, a quienes no identifica, se lleva a cabo "dentro de las fronteras saudíes".
Desde hace tres meses, el Gobierno de Yemen lleva a cabo una ofensiva contra los Huthi, un grupo de rebeldes chiíes que cuestiona su autoridad en la provincia de Saada. La Operación Tierra Quemada ha desplazado a 150.000 personas, según fuentes humanitarias.
Las autoridades saudíes están preocupadas por las consecuencias de ese conflicto que viene coleando desde hace cinco años. Con 1.500 kilómetros de frontera común temen que el débil Gobierno yemení sea incapaz de controlar la situación y que Al Qaeda aproveche para infiltrarse en su territorio. Yemen, el país de origen de Osama Bin Laden, sigue siendo refugio para los militantes de ese grupo debido tanto a lo abrupto y escarpado de su terreno como a la ausencia del Estado. Pero la eventual implicación de Riad despierta entre los observadores el fantasma de una nueva guerra por enemigo interpuesto entre Irán y Arabia Saudí, como ya sucediera en Líbano e Irak. Los insurgentes, por su parte, denuncian que la suní Arabia Saudí, el principal rival regional de Irán, les bombardea en connivencia con Yemen.
Los Huthi son, como la mayoría de las tribus que pueblan las montañas del norte de Yemen, chiíes zaydíes (chiíes que veneran como quinto imán a Zayd bin Ali en lugar de a Mohamed al Baqer). Aún así, no puede reducirse su enfrentamiento con el Gobierno central a una guerra de religión. Si bien dos tercios de los 23 millones de yemeníes son suníes y la influencia saudí les acerca al rigorismo salafista, históricamente han convivido sin problemas y durante diez siglos. Hasta la revolución de 1962, Yemen fue un imanato zaydí.
El propio jefe de Estado, Ali Abdalá Saleh, pertenece a esa minoría, lo que sin duda ha influido en que eligiera una senda laica para su gobierno. Tras acceder al poder en 1978 en la entonces República Árabe de Yemen (Yemen del Norte), utilizó el resurgimiento zaydí para tratar de frenar el empuje salafista. Pero los grupos alentados por las prédicas del clérigo Badr al Din al Huthi (origen ideológico del actual movimiento reivindicativo) terminaron convirtiéndose en un problema.
Aunque Husein al Huthi, un hijo de Badr, llegó al Parlamento en 1993, los Huthis siguieron quejándose de discriminación económica. Sin embargo, ese sentimiento no derivó en un conflicto hasta 2004, cuando las fuerzas de seguridad mataron a Husein, desatando el enfrentamiento.
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