Actualizado Viernes , 20-11-09 a las 21 : 05
Sólo quedan unas horas para que el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), conocido como la «máquina del Big Bang» o «máquina de Dios», se arranque de nuevo después de catorce meses de reparaciones y, una vez más, como ya ocurrió en su inauguración, los más alarmistas han puesto el grito en el cielo. Sin importar la experiencia previa, en la que, lógicamente, no ocurrió nada, los contrarios al proyecto, reunidos en un grupo internacional denominado ConCERNed, han presentado una queja frente al Comité de Derechos Humanos de Las Naciones Unidas en Ginebra en la que denuncian los riesgos y peligros que supone el colisionador para la población. Creen que puede originar un agujero negro que engulla todo lo que encuentre a su alrededor.
El experimento científico más importante del siglo consiste en un túnel circular de 27 kilómetros, excavado a entre 50 y 175 metros de profundidad cerca de Ginebra, en el que los físicos esperan recrear, en miniatura, las condiciones en las que se originó el Universo. El ingenio se inauguró en septiembre del año pasado ante una gran expectación general y la inquietud de un sector, quizás poco informado, que temía que las colisiones de partículas a alta energía provocaran un agujero negro que terminara con el planeta. En vez de una hecatombe mundial, lo que ocurrió fue mucho menos peligroso, aunque sí bastante decepcionante: un primer haz de protones consiguió dar la vuelta completa por el gigantesco túnel. Esas fueron las buenas noticias. Diez días después, la máquina se fue al garete a causa de una fuga de helio y un cortocircuito y el importante ensayo se quedó en una mera intentona.
Científicos apocalípticosUna vez solucionados los problemas técnicos y si todo funciona como es debido, está previsto que entre el sábado y el domingo las partículas comiencen a circular por el acelerador y con ellas también la polémica. Los agoreros han recurrido a la ONU para que paralice la investigación. El grupo acusa a los miembros del Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN), especialmente a Suiza, Francia y Alemania, de los que depende la máquina, de poner en riesgo la seguridad de los ciudadanos. Según dicen en un comunicado, «conocidos críticos y expertos, basándose en el trabajo de especialistas en agujeros negros, rayos cósmicos y física de partículas, han demostrado claramente los peligros concretos derivados del experimento». Entre los científicos apocalípticos más conocidos con los que esta organización tiene contacto se encuentran el alemán Otto Rossler, experto en la teoría matemática del caos, el norteamericano Walter Wagner y el español Luis Sancho. En su día aseguraron que el acelerador tenía «el 75% de posibilidades de acabar con la vida en la Tierra». Los dos últimos incluso realizaron una demanda que fue aceptada por un juez de Hawaii. Un lío tremendo.
Responsables del CERN y numerosos científicos de gran prestigio han reiterado que, por supuesto, el LHC no va a provocar ningún fin del mundo, ni muchísimo menos, porque la cantidad de materia oscura que utiliza es ínfima. En este sentido, se han realizado varios y extensos informes de seguridad en los que han participado algunos de los mejores físicos del mundo. Sus conclusiones son inequívocas: cualquier rayo cósmico de los que alcanzan continuamente la Tierra procedentes del espacio exterior tienen cientos de miles de veces más energía que la que se producirá en el interior del colisionador. Pese a todo, el LHC comenzará a funcionar a baja energía para luego aumentar progresivamente la potencia. El objetivo es que un haz de protones consiga dar la vuelta completa al túnel. Una vez que el acelerador funcione a pleno rendimiento, presumiblemente a principios del próximo año, producirá cientos de millones de choques frontales de partículas a una velocidad próxima a la luz. Veremos entonces qué ocurre.
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