En
el año 2011, 7.000 millones de personas habitarán el mundo. Mucha de
esa gente tiene más miedo de vivir que de morir, una ecuación impensada
en tiempos menos agresivos y peligrosos. Es que el mundo se ha vuelto
loco. La verdad es la mentira, los malos son los buenos, el fanatismo
cosecha adeptos, la libertad los pierde y los derechos se quieren
sustituir con obligaciones religiosas extremas o imposiciones
dictatoriales de gobiernos de turno.
Hay 1.000 millones de musulmanes en el planeta y no podemos siquiera pensar que todos sean terroristas ni extremistas. Sabemos que una parte de ellos son fanáticos y eligieron el camino del terrorismo con ataques de todo tipo no sólo a los judíos y a Israel sino a toda la comunidad occidental. Con ellos no hay mucho que hacer porque su tolerancia es un valor inexistente, quieren tener razón por la fuerza, no les interesa dialogar ni concensuar sino que desean directamente eliminar a los que no sean sus iguales y destruir a quienes no acepten ser esclavos de una supuesta supremacía otorgada por quién sabe que profetas o que dioses.
Los pueblos están cada día más sometidos. Se puede mentir en los medios y echar culpas a otros de los males que los aquejan, pero los principales opresores son sus propios gobernantes, sus propios líderes. Las armas sofisticadas, los tanques, los aviones, los explosivos y las bombas modernas son el principal producto que se vende a gobiernos que buscan una supremacía militar que si bien aún no se vislumbra puede quedar en cualquier momento en manos del peor enemigo de la civilización occidental.
Los medios de difusión mienten, inventan, fantasean. Lo hacen, en el mejor de los casos, conscientes de que eso les hará vender más, de que conviene a sus fines empresariales. Su afán de ganar más los hará siempre esclavos del poderoso de turno, serán la voz cantante de la violencia y un instrumento necesario para la propaganda terrorista.
Los líderes religiosos se radicalizan, se alejan cada vez más de las necesidades de la gente y se ponen violentos ante la primera dificultad en imponer sus criterios. El islamismo es una señal de sometimiento a normas impuestas bajo amenazas de castigos a quien no las cumpla. Los políticos y gobiernos de muchos países juegan al acomodo, tratan de hacer lo que les conviene en un mundo que tiene las prioridades y los valores cambiados.
Las organizaciones de ayuda humanitaria se han politizado de tal forma que se han convertido en verdaderos negocios que nada tienen que ver con una ONG y que se ponen a disposición de los que se proclaman débiles pero que no lo son para matar o incluso para matarse.
Los ciudadanos buenos existen
Son como las brujas, que los hay, los hay, pero no se ven demasiado. Son la mayoría de los 7.000 millones que forman la población mundial pero generalmente no se preocupan por lo que pasa, no miran lo que pueda pasar, no entienden la gran transformación que ha tenido el planeta ni el peligro que los acecha. Miran telenovelas y se mimetizan con los personajes hasta que forman parte de su propia vida. Miran fútbol siguiendo con la vista la pelota saltarina sin perder detalle de cada cosa que hagan los jugadores, los jueces o el público. Recuerdan cada nombre, cada sobrenombre, cada jugada, quien hizo los goles de todas las épocas en su equipo o selección favorita y los colores de las camisetas. El fútbol se convierte así en el medio donde descargar las emociones, donde volcar las frustraciones o recibir las alegrías. Otras buenas personas aman la música, mueren por escuchar o ver un artista, de cerca, en la red o en la tele manteniéndose alejados de la realidad que los rodea. Otros solo charlan un poco con el vecino, con los amigos o amigas, van a fiestas, se reúnen para comentar el último grito de la moda.
Pero hay un denominador común en todos ellos. “La gente buena no quiere ver la realidad y solamente un pequeñísimo porcentaje trabaja por el bien común, el de su familia, de su comunidad y del mundo en que vive''. Eso es demasiado poco para enfrentar los peligros que produce otra parte de la población del planeta.
Hay en este mundo personas malas, muy malas. Estos actúan por lo general en agrupaciones y organizaciones donde todo está previsto para destruir, están todo el día y todo el tiempo de todos los días del año viendo como hacerlo. Es el leit motiv de su existencia y se dedican en un 100% a ello. Por eso son tan peligrosos.
Los buenos y los malos conviven por ahora en este planeta Tierra. Los buenos creen que disfrutan de la felicidad eterna, que son libres y que lo serán en el futuro. Creen que pueden hablar con los malos y que estos van a razonar de la misma forma que ellos lo harían, que van a comprender, que van a cambiar su postura y que un día van a aceptar vivir en libertad con derechos propios y respetando los de los demás. Dentro de esa creencia hacen concesiones permanentes, otorgan perdones, indultan conductas mafiosas, y hasta vitorean asesinos o terroristas. No parece razonable pero mucha gente buena reconoce como ídolos a personas del otro grupo. Hay muchísima gente buena equivocada.
Los malos quieren todo. No se conforman con menos. Van por todo o nada. No aman la vida y por lo tanto están dispuestos a morir o entregar a sus hijos y su familia a una muerte que sirva a sus fines. Ellos no dudan en utilizar cualquier arma que tengan a mano, no tienen códigos, ética ni valores de la forma que se conciben en una población civilizada, no quieren ser parte de este mundo en el que vivimos o por lo menos no quieren compartirlo con nadie.
Su objetivo no es convencer sino dominar, mandar, humillar, y someter. En nombre de dioses y profetas destruyen todo lo que encuentran en su camino hacia la meta. Utilizan la creencia de gente que los sigue para aprovecharse de la situación y robar millones de dólares, hacer fortunas incalculables que luego se traducirán en mayor poder.
Compran medios de difusión, los infiltran, y los llevan a ser sus voceros. Cuando no pueden lograrlo, directamente los destruyen, los cierran o los clausuran. Anulan toda posibilidad de dialogo o discusión, eliminan la disidencia y no se apartarán de sus objetivos. Quieren destruir este hermoso mundo que deberíamos compartir y disfrutar por igual todos los seres humanos.
Si los buenos siguen haciendo lo que hoy hacen, los malos van a lograr finalmente su objetivo.
Si los buenos siguen peleándose entre si por cosas menos importantes que el mundo todo, los malos van a destruir el planeta, su civilización y lo único que va a quedar es nada, absolutamente nada.
Hay 1.000 millones de musulmanes en el planeta y no podemos siquiera pensar que todos sean terroristas ni extremistas. Sabemos que una parte de ellos son fanáticos y eligieron el camino del terrorismo con ataques de todo tipo no sólo a los judíos y a Israel sino a toda la comunidad occidental. Con ellos no hay mucho que hacer porque su tolerancia es un valor inexistente, quieren tener razón por la fuerza, no les interesa dialogar ni concensuar sino que desean directamente eliminar a los que no sean sus iguales y destruir a quienes no acepten ser esclavos de una supuesta supremacía otorgada por quién sabe que profetas o que dioses.
Los pueblos están cada día más sometidos. Se puede mentir en los medios y echar culpas a otros de los males que los aquejan, pero los principales opresores son sus propios gobernantes, sus propios líderes. Las armas sofisticadas, los tanques, los aviones, los explosivos y las bombas modernas son el principal producto que se vende a gobiernos que buscan una supremacía militar que si bien aún no se vislumbra puede quedar en cualquier momento en manos del peor enemigo de la civilización occidental.
Los medios de difusión mienten, inventan, fantasean. Lo hacen, en el mejor de los casos, conscientes de que eso les hará vender más, de que conviene a sus fines empresariales. Su afán de ganar más los hará siempre esclavos del poderoso de turno, serán la voz cantante de la violencia y un instrumento necesario para la propaganda terrorista.
Los líderes religiosos se radicalizan, se alejan cada vez más de las necesidades de la gente y se ponen violentos ante la primera dificultad en imponer sus criterios. El islamismo es una señal de sometimiento a normas impuestas bajo amenazas de castigos a quien no las cumpla. Los políticos y gobiernos de muchos países juegan al acomodo, tratan de hacer lo que les conviene en un mundo que tiene las prioridades y los valores cambiados.
Las organizaciones de ayuda humanitaria se han politizado de tal forma que se han convertido en verdaderos negocios que nada tienen que ver con una ONG y que se ponen a disposición de los que se proclaman débiles pero que no lo son para matar o incluso para matarse.
Los ciudadanos buenos existen
Son como las brujas, que los hay, los hay, pero no se ven demasiado. Son la mayoría de los 7.000 millones que forman la población mundial pero generalmente no se preocupan por lo que pasa, no miran lo que pueda pasar, no entienden la gran transformación que ha tenido el planeta ni el peligro que los acecha. Miran telenovelas y se mimetizan con los personajes hasta que forman parte de su propia vida. Miran fútbol siguiendo con la vista la pelota saltarina sin perder detalle de cada cosa que hagan los jugadores, los jueces o el público. Recuerdan cada nombre, cada sobrenombre, cada jugada, quien hizo los goles de todas las épocas en su equipo o selección favorita y los colores de las camisetas. El fútbol se convierte así en el medio donde descargar las emociones, donde volcar las frustraciones o recibir las alegrías. Otras buenas personas aman la música, mueren por escuchar o ver un artista, de cerca, en la red o en la tele manteniéndose alejados de la realidad que los rodea. Otros solo charlan un poco con el vecino, con los amigos o amigas, van a fiestas, se reúnen para comentar el último grito de la moda.
Pero hay un denominador común en todos ellos. “La gente buena no quiere ver la realidad y solamente un pequeñísimo porcentaje trabaja por el bien común, el de su familia, de su comunidad y del mundo en que vive''. Eso es demasiado poco para enfrentar los peligros que produce otra parte de la población del planeta.
Hay en este mundo personas malas, muy malas. Estos actúan por lo general en agrupaciones y organizaciones donde todo está previsto para destruir, están todo el día y todo el tiempo de todos los días del año viendo como hacerlo. Es el leit motiv de su existencia y se dedican en un 100% a ello. Por eso son tan peligrosos.
Los buenos y los malos conviven por ahora en este planeta Tierra. Los buenos creen que disfrutan de la felicidad eterna, que son libres y que lo serán en el futuro. Creen que pueden hablar con los malos y que estos van a razonar de la misma forma que ellos lo harían, que van a comprender, que van a cambiar su postura y que un día van a aceptar vivir en libertad con derechos propios y respetando los de los demás. Dentro de esa creencia hacen concesiones permanentes, otorgan perdones, indultan conductas mafiosas, y hasta vitorean asesinos o terroristas. No parece razonable pero mucha gente buena reconoce como ídolos a personas del otro grupo. Hay muchísima gente buena equivocada.
Los malos quieren todo. No se conforman con menos. Van por todo o nada. No aman la vida y por lo tanto están dispuestos a morir o entregar a sus hijos y su familia a una muerte que sirva a sus fines. Ellos no dudan en utilizar cualquier arma que tengan a mano, no tienen códigos, ética ni valores de la forma que se conciben en una población civilizada, no quieren ser parte de este mundo en el que vivimos o por lo menos no quieren compartirlo con nadie.
Su objetivo no es convencer sino dominar, mandar, humillar, y someter. En nombre de dioses y profetas destruyen todo lo que encuentran en su camino hacia la meta. Utilizan la creencia de gente que los sigue para aprovecharse de la situación y robar millones de dólares, hacer fortunas incalculables que luego se traducirán en mayor poder.
Compran medios de difusión, los infiltran, y los llevan a ser sus voceros. Cuando no pueden lograrlo, directamente los destruyen, los cierran o los clausuran. Anulan toda posibilidad de dialogo o discusión, eliminan la disidencia y no se apartarán de sus objetivos. Quieren destruir este hermoso mundo que deberíamos compartir y disfrutar por igual todos los seres humanos.
Si los buenos siguen haciendo lo que hoy hacen, los malos van a lograr finalmente su objetivo.
Si los buenos siguen peleándose entre si por cosas menos importantes que el mundo todo, los malos van a destruir el planeta, su civilización y lo único que va a quedar es nada, absolutamente nada.
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