En la vida hay cosas
necesarias que nos pueden faltar, pero aún sin ellas podríamos lograr
sobrevivir. Puede faltarnos la energía eléctrica y aunque algunas cosas
se nos harían más difíciles, lograríamos subsistir.
Pero si tu vida carece de una relación
personal e íntima con Dios, las cosas no podrán marchar tan bien como
quisieras. De la computadora
podemos desconectarnos, pero no podemos dejar de orar ni de leer la Biblia porque nuestra vida
espiritual se iría secando como árbol en invierno.
Las demás cosas no podrán fluir bien por
más que lo desees si tus sentidos espirituales no están despiertos.
Porque entonces no lograríamos percatarnos de detalles importantes que
afectaran nuestro entorno. Pero cuando abrimos nuestro corazón de
manera sincera y sencilla. Cuando nos acercamos a Dios con la
transparencia de ser tal cual somos, Dios inclina su oído y escucha
atenta y pacientemente cada detalle y cada cosa que le decimos. Porque
él nos ama y le importamos.
Pero, ¿nos interesamos nosotros tanto en
Dios como él se interesa en cada uno de nosotros? Eso se lo
demostramos cuando tenemos hambre y sed de su presencia. Cuando
queremos conocer su voluntad, es
necesario que acudamos a su palabra, que busquemos qué es lo que dicen
las Escrituras. Cuando nos alimentamos diariamente de lo que dice su
santa y bendita Palabra, dos cosas suceden: 1. Aprendemos a
identificar y discernir su voz y 2. Conocemos su voluntad.
Hace algunos días el hno. Enrique
escribía acerca de la importancia de no dejar de orar. La oración es la
llave que abre las puertas de los cielos. Es la herramienta más importante y vital del creyente.
Una vez alguien me preguntó que si yo
creía que mi oración movía a Dios o hacia que cambiara lo que él ya
había determinado. Le respondí que ¡sí! y se burló. Pero ahora digo yo
como el refrán: “es verdad que la ignorancia es atrevida”.
Hermano querido, nuestras oraciones
con fe tienen poder. La Biblia comprueba mediante muchos ejemplos a
través de los libros que en ella hay escritos que hubieron oraciones que
hicieron que Dios obrara de forma diferente a como había dicho.
Abraham intercedió por su sobrino Lot, Elías oró y fuego bajó, Josué
clamó y el sol se detuvo, la suegra de Pedro sanó al instante. Ezequías
tuvo oportunidad de vivir
algunos años más de vida. Mucha gente fue sanada, liberada y algunos
resucitaron porque alguien oró.
Tu oración tiene poder. Aunque no
siempre todas las oraciones sean contestadas de forma afirmativa o en el
momento que esperamos, Dios nos escucha y sabe lo que es mejor para
nosotros. Pero no debemos olvidar que hay oraciones que provocan
milagros tremendos y que en el mundo espiritual provocan grandes
cambios.
Por tanto, Dios desea que le hablemos,
que cada día nos acerquemos a él y abramos las ventanas de nuestras
almas y le comuniquemos aquello que pensamos y sentimos porque él es
nuestro mejor amigo. NO DEJES DE ORAR PORQUE TE PERDERÁS LA
BENDICIÓN DE CONOCER A DIOS DE MANERA MÁS PROFUNDA.
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