¡Respóndeme cuando
clamo oh Dios de mi justicia!
Cuando estaba en angustia, tú me
hiciste ensanchar; Ten misericordia de mí, y oye mi oración. Hijos de
los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia, Amareis la
vanidad y buscareis la mentira?
Sabed, pues, que Jehová ha Escogido al piadoso para sí; Jehová oirá
cuando yo a él clamare. Temblad, y no pequéis; Meditad en vuestro
corazón estando en vuestra cama, y callad. Ofreced sacrificios de
justicia, y confiad en Jehová. Muchos son los que dicen: ¿Quién nos
mostrara el bien? Alza sobre nosotros, oh Jehová La luz de tu rostro.
Tú diste alegría a mi corazón Mayor que la de ellos Cuando abundaba su
grano y su mosto. En paz me acostare, y asimismo dormiré; Porque solo
tú, Jehová me haces vivir confiado.
Salmos 4
Este salmo es un grito desesperado a
Dios, a ese Dios que hace justicia. Un Dios que en nuestros momentos de angustias, está ahí dándonos
cada día de su misericordia, porque sus misericordias son nuevas cada
día. Un grito desesperado de que nuestro Dios escuche nuestra oración a
él, y nuestro clamor llegue a sus oídos.
Nuestro Señor quiere que estemos llenos
de honra, no de infamia ni de maldad. Que no amemos la vanidad, que
no busquemos la mentira, porque ser mentiroso nos lleva a cometer muchos
errores, de los cuales podemos hacernos daños y hacerles daño a las
demás personas.
Seamos personas piadosas, llenas de
compasión hacia los demás, que siempre que esté en nuestras manos ayudar
a los que nada tienen, tanto espiritual como materialmente, le podamos
brindar ayuda. Ser piadosos nos da, la certeza, de que somos
escogidos de Dios y la seguridad
que el escucha nuestro clamor (Salmo 4:3).
El nos dice: “tiembla y no
peques, (Salmo 4:4) sacúdete de lo malo que haces, apártate del
pecado, medita en tu corazón, reflexiona, piensa en las consecuencias
que puedes tener de tu mal proceder, del daño tan grande que puede haber
en ti”, puedes perder la salvación que es el regalo más grande que nuestro Dios nos ofrece.
Cuando estés en tu cama, en tu corazón
medita, reflexiona, piensa, en la quietud de la noche. Porque en la
calma encontraras a Dios. En el silencio lograrás escuchar lo que él habla. Pero calla, solo escucha
la voz de Dios que te habla. A Dios no lo encontraras en tu alma
atormentada, ni tampoco metida en tus problemas, a Dios lo encontraras
si prestas atención y escuchas su voz, pero para escuchar su voz
tienes que estar en la más completa calma.
Así, como Elías. Elías, no encontró a
Dios en el gran y poderoso viento, que rompía los montes y quebraba
las peñas, tampoco lo encontró en el terremoto, ni en el fuego. Elías
encontró a Dios, en un apacible y delicado silbido. (1 de Reyes,
19:11-12)
Ofrecerle a Dios nuestra justicia como
sacrificio, ya que para nosotros es muy difícil ser justos. Como está
escrito: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no
hay quien busque a Dios todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Dios nos
pide que ofrezcamos sacrificios de justicia (Salmo, 4:5).
Muchos se preguntan, ¿quién nos
mostrara el bien, quien nos hará justicia? La justicia viene, cuando
vamos a Dios arrepentidos, y con un corazón dispuesto, a escucharlo y
obedecerlo, entonces él, nuestro Dios alza la luz de su rostro sobre
nosotros. Y da alegría a nuestro corazón, así aunque los demás tengan
muchas riquezas, nuestra alegría será mucho más que la de ellos. Porque
nuestra verdadera riqueza, es tener el amor de Dios. Y entonces podrás
decir:
“En paz me acostare, y asimismo dormiré porque solo tu Jehová me haces vivir confiado”.
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