“Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo. Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! ¡que sabéis distinguir el aspecto del cielo mas las señales de los tiempos no podéis! (Mateo 16: 1-3)
Así como la naturaleza nos da señal de lo que va a ocurrir en términos naturales, el Señor a lo largo de la historia de la humanidad, y muy específicamente en relación a Su pueblo, siempre ha dado a conocer lo que ha esperado de ésta.
El Señor Jesús hubiera esperado de los dirigentes religiosos de su época que hubieran captado que Él, el Mesías de Israel estaba en medio de ellos. No obstante, lejos de eso, los fariseos y saduceos, no sólo no lo intuían, sino que descaradamente le pedían de continuo señales asombrosas para tentarle.
Podían discernir en cuanto a lo natural, pero siendo supuestos hombres de Dios, no podían distinguir los tiempos en términos espirituales; las sazones u oportunidades que Dios ha ido concediendo, en ese caso, la misma venida del Mesías en medio de ellos.
Por tanto, Dios quiere que seamos conocedores de todo lo que es y ha sido su mover hacia los hombres, a lo cual llamamos dispensaciones, es decir, resoluciones divinas hacia los hombres en cuanto a diferentes tiempos, paralelas a Sus Pactos; todo lo cual está en la Biblia.
En la Biblia encontramos los diferentes Pactos que Dios ha hecho con el hombre, así como sus diferentes dispensaciones.
Por tanto, podríamos encajar toda la historia de la humanidad en diferentes dispensaciones, entendiendo mejor este término en el sentido teológico por:
“Un periodo durante el cual el hombre es puesto a prueba con referencia a cierta revelación específica de la voluntad de Dios” (C.I. Scofield)
El diccionario bíblico define la dispensación o dispensaciones, como:
“El trato ordenado con los hombres por parte de Dios en la variada administración de Sus caminos en distintos tiempos”
Claramente podemos contemplar siete diferentes dispensaciones en las Escrituras. Estas las llamamos: 1. La Inocencia; 2. La Conciencia; 3. El Gobierno Humano; 4. La Promesa; 5. La Ley; 6. La Gracia; 7. El Reino.
Vamos a ir viendo una por una a lo largo de este estudio.
Primera Dispensación
La Inocencia (Gn. 1: 26-3: 24) – Empezó con la creación del hombre, y terminó con el juicio de la expulsión de Adán y Eva del Edén por causa de su pecado y la consecuente pérdida de la inocencia.
“Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3: 24)
“Un niño siempre representa la inocencia, la cual tenían Adán y Eva antes de pecar”
Explicación:
El hombre – hombre y mujer – fue creado en estado de inocencia, es decir, sin pecado, sin naturaleza caída, puro ante Dios Su Creador. Fue colocado en un ambiente ideal, y fue sujeto a una prueba absolutamente simple y sencilla de superar.
No obstante fue advertido en cuanto a los resultados de desobedecer: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:17)
“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3: 6)
La mujer fue engañada – de hecho consintió en serlo – y pecó al desobedecer el mandato directo de Dios, comiendo de aquel fruto que no debía. Ella de hecho se autoerigió como cabeza en vez de Adán, y éste sujetándose a su mujer en vez de a Dios, participó de ese pecado.
La mujer, saliéndose de su papel, siendo vaso frágil, se constituyó indebidamente en protagonista de todo aquel asunto.
Careciendo de la protección necesaria, por asumir un papel que no le pertocaba, fue engañada, y acabó presidiendo y protagonizando un acto de rebelión contra Dios, aunque obviamente no fue esa su intención (la buena intención, no es suficiente; la obediencia lo es)
“Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Timoteo 2: 14)
Sobre la serpiente
“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Génesis 3: 1)
Esa astucia de la serpiente como animal edénico – es decir, previo a la caída y sus consecuencias – deberíamos entenderla como cautela o prudencia. No como algo inmoral o maligno, ya que Dios vio que todo lo que había hecho era bueno en gran manera (Gn. 1: 31).
Comenta Scofield:
“No debe pensarse que la serpiente, en su estado edénico, era un animal que se arrastraba sobre su pecho. Esto fue el efecto de la maldición que cayó sobre ella (Gn.3: 14). La criatura que se prestó a cumplir los propósitos de Satanás pudo muy bien haber sido la más hermosa de todo el universo, así como era la más “astuta” de todas las criaturas, con excepción del hombre. A pesar de la maldición divina, todavía hay en la serpiente algunos vestigios de su antigua belleza. Cada uno de sus movimientos refleja cierta gracia, y hay muchas especies que tienen hermosos colores. Fue en la serpiente que Satanás apareció por primera vez como “un ángel de luz” (2 Co. 11: 14)”
“Los vivos colores de la mortífera serpiente (una serpiente de coral)”
Como escribe Matthew Henry:
“Fue el diablo en forma de serpiente. Muchas tentaciones peligrosas nos asaltan revestidas de alegres y bellos colores, que no tienen más espesor que la piel, y parecen venirnos de arriba, porque Satanás puede aparecer como ángel de luz”
Segunda Dispensación
La Conciencia (Gn. 3: 22-7: 23) – el tiempo en el cual, por haber desobedecido a Dios, haber perdido la inocencia, y haber caído de Su gracia, al hombre le fueron abiertos los ojos de su conciencia.
A partir de ese momento, los hombres tenían conciencia del bien y del mal, y por tanto, total responsabilidad moral.
“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal…” (Génesis 2: 22a)
Escribe Scofield:
“Como resultado de la desobediencia, el hombre llegó a poseer un conocimiento personal y experimental del bien y del mal, del bien como obediencia, y del mal como desobediencia de la voluntad de Dios, según ésta era conocida por el hombre. Fue por el conocimiento del bien y del mal, que la conciencia del hombre despertó”
Y este servidor añade, que eso último no fue de la manera que Dios ordenó, ya que ese despertar de la conciencia, fue a través de la tremenda desobediencia, primero de Eva y luego de Adán.
“La conciencia nos es muy útil para llegar a entender nuestra responsabilidad moral, por lo cual un día daremos todos cuentas a Dios”
Aunque todavía no había llegado la Ley como tal, los hombres tenían la ley natural a partir de ese momento, y así ha sido por los siglos:
Romanos 2: 14 “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos”
La Conciencia advierte del pecado, sea a través de la llamada ley natural o de la Ley de Dios, pero no salva por sí misma. El pecado sólo puede ser perdonado por la sangre del Codero de Dios, y no por méritos propios.
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6: 23)
El hombre, por el dictamen de su conciencia, tenía la responsabilidad de hacer todo el bien que le era conocido, y evitar todo el mal cual él era consciente, acercándose a Dios mediante sacrificios. Lamentablemente, eso no funcionó, porque “el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud” (Gn. 8: 21), y el resultado fue que en el tiempo de Noé, la “maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón era de continuo el mal” (Gn. 6: 5), y Dios decidió acabar con la raza humana absolutamente ya pervertida (v. 7), y sólo Noé y los suyos escaparon a ese juicio de destrucción. En ese sentido, esa dispensación terminó también, aunque los hombres, incluido Noé y los suyos, siguieron con sus conciencias como hasta ahora.
Tercera Dispensación
El Gobierno Humano (Gn. 8: 20-11: 9) – Bajo las dos dispensaciones precedentes – Inocencia y Conciencia – el hombre fracasó completamente, y el juicio del Diluvio Universal vino como consecuencia de la enormidad de la maldad existente:
(Génesis 6: 5) “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”
Al finalizar el Diluvio, se inicia el principio de la tercera dispensación: el Gobierno Humano:
Génesis 9: 6 “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre”
En las dispensaciones anteriores, de parte de Dios no tenía el hombre el permiso de gobernarse a sí mismo, sino que su Gobernante era El. Pero en esta nueva dispensación, a partir de esos ocho supervivientes – Noé y su familia – la cosa cambia; y se inicia una nueva dispensación.
Dios ordenará la humanidad en diferentes nacionalidades, tribus, pueblos, etc. Dios manda que el hombre se gobierne a sí mismo – se entiende, gobierno civil.
La más alta función del gobierno humano es el acto judicial de quitarle la vida a un hombre, tal y como hemos visto en Gn. 9: 6. En este acto se implican todos los demás actos gubernamentales.
Bajo esta nueva dispensación, al hombre Dios le responsabilizó de gobernar el mundo para Él, pero fracasó.
Génesis 11; la rebelión total de la humanidad pos diluviana
La prueba de la raza humana en general concluyó con el juicio de la confusión de las lenguas en Génesis 11 a causa de la rebelión de todos ellos contra Dios. Veámoslo:
“Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra”
Esa ciudad que pretendían construir, era símbolo de la total rebelión del hombre contra Dios, y de cortar amarras.
“Representación de la Torre de Babel”
Obstinadamente, el diablo pretende ahora volver a aquel anterior status, levantando el Nuevo Orden Mundial – una sola humanidad, una sola lengua, un solo dirigente – en este caso la Bestia Anticristo (Ap. 13)
Dios siguió llamando a los hombres a gobernarse a sí mismos
Después del incidente de Babel, y una vez conformada la humanidad en pueblos, razas, tribus, lenguas, la responsabilidad de gobernar el mundo del hombre hacia el hombre de parte de Dios continuó.
Una vez emergió Israel, ese gobierno humano de parte de Dios, continuó por un tiempo de Israel para Israel, y de los gentiles, para los gentiles. No obstante, tanto los israelitas como los gentiles se han gobernado para sí mismos y no para Dios a lo largo de la historia.
A causa de su llamamiento, Israel tenía una responsabilidad mayor que las naciones gentiles.
En cuanto a Israel
En cuanto a Israel, su fracaso de ser la nación escogida para gobernar sobre el resto de las naciones de la tierra, por causa de su infidelidad al Señor, trajo el juicio de sus cautividades, iniciándose así el “tiempo de los gentiles”, cuando la deportación a Babilonia (606 a. C) en adelante, hasta el Armagedón, cuando la imagen del sueño de Nabucodonosor sea herida desde la base:
“Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra” (Daniel 2: 34, 25)
A causa del fracaso de Israel, Dios concedió el gobierno de este mundo a los gentiles (Dn. 2: 36-45), hasta que también termine en su momento con el Armagedón, y la consiguiente venida del Glorioso León de la Tribu de Judá:
“Y (los judíos) caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (Lucas 21: 24)
“…van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso…Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (Apocalipsis 16: 14, 16)
El gobierno civil y nacional
El Gobierno por parte de los gentiles no ha cambiado, y será así hasta cuando el Rey regrese e instaure el Reino Mesiánico. Hemos de recordar que la Biblia declara:
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Romanos 13: 1)
Como vemos, este Gobierno del hombre hacia el hombre no quedó cesado cuando vino Jesucristo la primera vez:
“Le dijeron: De César. Y les dijo (Jesús): Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22: 21)
El Gobierno Humano, como ya hemos dicho, no ha cesado, pero esa dispensación como tal, cesó, para dar lugar a una nueva.
“Representación de la imagen que soñó Nabucodonosor”
Cuarta dispensación
La Promesa (Gn. 12: 1- Ex. 19: 8) – Tiempo de prueba desde el llamamiento de Abram hasta la promulgación de la Ley de Moisés en el Sinaí.
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición” (Génesis 12: 1, 12)
“Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: … un hijo tuyo será el que te heredará” (Génesis 15: 4)
“Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. 6 Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Génesis 15: 5, 6)
La dispensación de la Promesa tuvo un carácter exclusivamente israelita, principiando con Abram, luego llamado Abraham, finalizando – como dispensación – con Israel en el Sinaí.
La Promesa a Abraham (no la dispensación) es varia:
- La tierra de Canaán.
- Una nación grande.
- Bendición y ser de bendición.
- El hijo (Isaac)
La promesa a Abraham es tipo de la promesa a toda la humanidad, porque en él todas las familias de la tierra iban a ser bendecidas. Evidentemente, esa bendición es Cristo.
Abraham, obedeciendo hasta el máximo a Dios, cuando estaba ya para degollar a su amado hijo Isaac, recibió de parte de Dios la promesa, diciéndole:
“Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos” (Génesis 22: 16, 17).
Seguidamente, Dios le concedió lo más importante de toda esa promesa. Leemos en Génesis 22: 18;
“En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz”
¿Cuál es esa simiente? Lo vemos en Gálatas 3: 16;
“Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo”.
- Es Cristo como Salvador de los hombres; entendiendo que la salvación es individual, y no colectiva.
- Es Cristo como Señor de todo lo que existe (Mt. 28: 18)
Como lo segundo, Cristo es el Deseado de las naciones (Hageo 2: 7), el cual volverá glorioso a tomar posesión de la tierra:
“Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; 7 y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Hageo 2, 6, 7)
Proféticamente Cristo es el Deseado de todas las naciones, porque lo será en el Milenio en cuanto a todas las naciones que entren el Reino. Por lo tanto, aquí tenemos una prueba más de que el Reino Mesiánico todavía no se ha producido.
Hoy en día, ocurre todo lo contrario, las naciones, incluidas las gentes por lo general, cada vez odian más a Cristo, conforme se acercan al Día del Señor, que no es día de alegría sino de terrible juicio; como dice Amós:
“¡Ay de los que desean el día de Jehová! ¿Para qué queréis este día de Jehová? Será de tinieblas, y no de luz; como el que huye de delante del león, y se encuentra con el oso; o como si entrare en casa y apoyare su mano en la pared, y le muerde una culebra. ¿No será el día de Jehová tinieblas, y no luz; oscuridad, que no tiene resplandor? (Amós 5: 18-20)
“Representación de Abraham a punto de sacrificar a su amado hijo Isaac”
1. Abram en tierra de Canaán tuvo comunión con Dios, adoración, y la promesa
Veamos un poco acerca del ejemplo de la vida de Abraham en el tiempo de la Dispensación de la Promesa. Veremos que ese tiempo fue un tiempo de prueba ineludible para Abraham, el que iba a ser el padre de la fe y de multitudes.
(Génesis 12: 4-8) “Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán. Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron. Y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem, hasta el encino de More; y el cananeo estaba entonces en la tierra. Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová”.
Abram en tierra de Canaán, Dios le prometió que a su descendencia –Israel – le sería dada esa tierra; por ello, él edificó un altar allí, como testimonio profético de que esa tierra iba a ser santa, y porque Dios, allí se le apareció.
En esa misma tierra, siguió invocando el nombre de Jehová, edificándole otro altar. Pero Abram tuvo que ser probado:
2. En presencia de la dificultad, Abram abandonó el lugar de bendición espiritual, y se fue a Egipto, que simboliza el mundo
(Génesis 12: 10-20) “Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar allá; porque era grande el hambre en la tierra. Y aconteció que cuando estaba para entrar en Egipto, dijo a Sarai su mujer: He aquí, ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto; y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida. Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti. Y aconteció que cuando entró Abram en Egipto, los egipcios vieron que la mujer era hermosa en gran manera. También la vieron los príncipes de Faraón, y la alabaron delante de él; y fue llevada la mujer a casa de Faraón. E hizo bien a Abram por causa de ella; y él tuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos. Mas Jehová hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas, por causa de Sarai mujer de Abram. Entonces Faraón llamó a Abram, y le dijo: ¿Qué es esto que has hecho conmigo? ¿Por qué no me declaraste que era tu mujer? ¿Por qué dijiste: Es mi hermana, poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer? Ahora, pues, he aquí tu mujer; tómala, y vete. Entonces Faraón dio orden a su gente acerca de Abram; y le acompañaron, y a su mujer, con todo lo que tenía”
Las dificultades o circunstancias difíciles de la vida, no deberían hacernos variar un ápice de nuestra posición en Dios, para ir a lo que en lo natural es más fácil.
Aun y así, cuando uno busca ayuda en lo natural o mundano, se encuentra con contrapartidas. Veamos:
- Abram fue a Egipto para ser saciado de alimentos, pero fue angustiado en su alma (V. 11, 12)
- Abram fue a Egipto para encontrar seguridad en lo natural, pero fue lleno de temores, creyendo que le iban a quitar la vida (V. 12).
- Abram fue a Egipto buscando la paz que el mundo ofrece, pero se vio a sí mismo siendo deshonesto y mintiendo (V. 13, 18, 19)
- Abram fue a Egipto buscando la libertad que la seguridad del mundo parece ofrecer, pero se encontró que a su esposa la hicieron cautiva (V. 15)
- Abram fue a Egipto a por provisiones, y resulta que el Faraón le hizo rico…a cambio de su mujer ¡qué humillación!
Tuvo Dios que intervenir aquí, para que Sus planes no los estropeara directamente el diablo.
Siempre que nos salgamos de los parámetros donde Dios nos ha puesto, el diablo tomará lugar y mucha ventaja para desviarnos de los propósitos de Dios.
Abram fue puesto a prueba mediante la dispensación de la Promesa, y en ese momento, no la superó, es decir, mientras estuvo en Egipto.
“Mapa de Egipto”
3. Abram volvió a Canaán y al altar
(Génesis 13: 1-4) “Subió, pues, Abram de Egipto hacia el Neguev, él y su mujer, con todo lo que tenía, y con él Lot. Y Abram era riquísimo en ganado, en plata y en oro. Y volvió por sus jornadas desde el Neguev hacia Bet-el, hasta el lugar donde había estado antes su tienda entre Bet-el y Hai, al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová”
Abram volvió al lugar de la verdadera bendición, a Canaán y a la adoración. Hubiera parecido que en Egipto (el mundo), él fuera bendecido a juzgar por toda la provisión que trajo de él, pero esa “bendición” iba mezclada con mucha tristeza y desolación por lo que ya vimos.
Esa riqueza material era la que el diablo le dio para tentarle a que se quedara en Egipto, y sólo fue porque soberanamente Dios actuó, que a la postre Abram salió (o tuvo que salir) de Egipto.
Las muchas riquezas no son siempre sinónimo de bendición de Dios.
“La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella” (Proverbios 10: 32)
Evidentemente, la “bendición” de Abram en Egipto no fue así; hubo muchas tristezas y lamento con ella.
Por la misericordia de Dios, Éste permitió que Abram no sólo retuviera esa riqueza material, sino que la fuera incrementando.
4. Abram volvió a salir de la tierra de Canaán para ser forastero en otra tierra, y allí se repitió el patrón de Egipto
“De allí partió Abraham a la tierra del Neguev, y acampó entre Cades y Shur, y habitó como forastero en Gerar. Y dijo Abraham de Sara su mujer: Es mi hermana. Y Abimelec rey de Gerar envió y tomó a Sara” (Génesis 20: 1, 2) – ver Gn. 20: 1-17 –
Abram, de nuevo viajó y fue a una tierra entre la Prometida y Egipto. Allí también Abram fue deshonesto, por miedo, repitiéndose la misma situación que en Egipto con Faraón en relación a Sara, su mujer.
Curiosamente, el mismo patrón se repitió más tarde con Isaac, el hijo de Abraham – ver Génesis 26: 6-32.
Dios estaba probando a Abram
Es evidente que el Señor estaba probando a Abram, llevándole a una mayor confianza hacia Él, permitiéndole a través de esas pruebas, que pudiera rechazar y arrepentirse de sus temores y miedos, en este caso, a perder su propia vida:
“Después llamó Abimelec a Abraham, y le dijo: ¿Qué nos has hecho? ¿En qué pequé yo contra ti, que has atraído sobre mí y sobre mi reino tan grande pecado? Lo que no debiste hacer has hecho conmigo. Dijo también Abimelec a Abraham: ¿Qué pensabas, para que hicieses esto? Y Abraham respondió: Porque dije para mí: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer” (Génesis 20: 9-11)
Más tarde tuvo que pasar por la prueba suprema: no perder su vida, sino perder la vida de su propio hijo, su único. (Gn. 22)
5. Más sobre la Dispensación de la Promesa
Mientras estuvo en Canaán, a Israel – principiando con Abram – estuvo en bendición. Pero cuando permaneció en Egipto, perdió las bendiciones espirituales (Egipto simboliza el mundo, y Canaán, la tierra de Dios).
Durante ese tiempo, Dios les levantó un libertador: Moisés; les había provisto de un sacrificio para expiar el pecado; y por el poder de Dios, fueron libertados de la esclavitud de Egipto.
- Moisés fue un tipo de Cristo (Ex. 2).
- El cordero pascual fue el tipo del Crucificado (ver Éxodo 12)
- La liberación de Egipto fue tipo de la liberación del mundo, cuando uno tiene a Cristo (Éxodo 13: 17, 20-22; 14)
La dispensación de la Promesa terminó cuando de manera temeraria, en el Sinaí, Israel aceptó ser el pueblo de Dios:
“Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado. Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo” (Éxodo 19: 4-8)
El pueblo sacado de Egipto, decimos que de manera temeraria, se comprometió a andar en santidad y en temor ante Dios, pero esa generación que salió de Egipto, no logró entrar en la tierra prometida a causa de su desobediencia y rebelión, excepto Josué y Caleb.
“Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun” (Números 14: 30)
Cuando hemos sido rescatados por Cristo de Egipto (del mundo); somos llevados a través del desierto, donde Dios que es justo, prueba la mente y el corazón:
“…Porque el Dios justo prueba la mente y el corazón” (Salmo 7: 9)
“Oh Jehová de los ejércitos, que juzgas con justicia, que escudriñas la mente y el corazón” (Jeremías 11: 20)
“Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17: 10)
Ese es el tiempo de permanecer fieles a la promesa que le hicimos al Señor, como hizo Israel, pero no quiso cumplir: “Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos” (Éxodo 19: 8)
Moisés, como tipo de Cristo, era mediador entre Dios e Israel, así como Cristo es nuestro mediador respecto al Padre.
En el momento en que dijimos: Señor, hágase tu voluntad en mí, Cristo se lo comunicó al Padre, así como en su día, Moisés le comunicó a Jehová la respuesta del Israel recién liberado de Egipto: “Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo” (Éxodo 19: 8)
Quinta dispensación
La Ley (Ex. 19: 8- Mt. 27: 35 –la cruz) – Empieza con la temeraria respuesta de todo el pueblo de Israel de “hacer todo lo que Jehová ha dicho” (Ex. 19: 8), hasta la Cruz de Cristo.
Esta dispensación se extiende desde el Sinaí al Calvario; desde el Éxodo hasta la Cruz.
La Ley fue dada por Dios por medio de un mediador, este es, Moisés, no para redimir al hombre – en este caso a los israelitas primeramente – sino para hacerle entender su condición de pecador y de impío ante Dios, incapaz de poder alcanzar la Justicia y ser justificado por el mismo.
La historia de Israel en su transcurso por el desierto camino a la Tierra Prometida, y una vez allí, contiene una larga lista de violaciones de la Ley. La prueba a que la nación fue sometida bajo la Ley, terminó con el juicio de las deportaciones, pero la dispensación como tal, terminó en la Cruz.
“Dibujo de las tablas con el Decálogo”
La Promesa y la Ley (un inciso)
(Gálatas 3: 17) “Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa”
La Ley no invalidó ni cercenó la promesa que Dios le hizo a Abraham, sino que fue un medio para que llegase a cumplirse, ya que la Ley nos preparó para Cristo:
(Gálatas 3: 24-26) “Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús”
La fe, que es en Cristo Jesús, es el cumplimiento total de la promesa.
Tampoco esa promesa tuvo el condicionante de ser dada mediante la Ley o por el cumplimiento de la misma:
“Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe” (Romanos 4: 13)
La Ley, por tanto, cumplió su cometido independientemente de la Promesa, porque la Promesa en su máxima extensión, es Cristo, y la meta final y definitiva de la Ley, era llevarnos a Él (Gl. 3: 24).
Explicación:
Dios siempre ha sabido que el hombre tiene la tremenda inclinación a justificarse a sí mismo con mucha facilidad:
“Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión…” (Proverbios 16: 2)
Esa manera de proceder se originó en la caída, y fue parte del cumplimiento del falaz dicho de la serpiente:
“…el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3: 5)
Pervertidamente, el hombre se constituyó dios de sí mismo, y al decir que iba a saber el bien y el mal, en un sentido, eso iba a significar que como iba a ser “como Dios”, iba a decidir por sí lo que estaba bien o mal en función de sí mismo y de su entendimiento.
No hay nada peor que la auto justificación, producto de ser sabio según propia opinión:
(Proverbios 26: 12) “¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él”
Por lo tanto, llegó el momento en la historia de la humanidad, cuando fue preciso hacerle saber al hombre directamente por Dios, de cuál era su verdadera condición ante Él.
La entrega de la Ley en el Sinaí, pues, fue la manera por la cual Dios le hizo entender al hombre su condición espiritual caída:
(Romanos 5: 13) “Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado”
La Ley fue necesaria para revelar el estado de condenación en el que el hombre estaba. La Ley pone a la luz el pecado:
“De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado” (Romanos 7: 12-14)
No fue dada la Ley buscando la justificación del hombre por intentar cumplirla:
“…sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2: 16)
El poder acusatorio de la Ley termina con la Cruz, y con esta, la gracia empieza. Así es que hasta la Cruz, Dios le fue recordando siempre al hombre su condición caída todo el tiempo. Eso fue y es necesario para que el hombre, como dijimos antes, no pretenda en vano justificarse ante el Juez del universo.
Por lo tanto:
a) La Ley enfatiza la división que existe entre Dios y el hombre
“Entonces Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre. Y Moisés refirió las palabras del pueblo a Jehová” (Éxodo 19: 9)
Sólo Moisés podía estar en la presencia de Dios, “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero” (Éxodo 33: 11), pero para el pueblo, Dios era inaccesible.
b) La Ley preparó al hombre para su encuentro definitivo con Cristo
“Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo” (Gálatas 3: 23-25)
Así pues, la Ley fue nuestro ayo – es decir – nuestro cuidador y aleccionador hasta el momento en que el Salvador hizo su aparición en este mundo, pagando el precio de nuestro pecado con su propia sangre en la Cruz.
“Mapa donde hallamos el lugar en el que la tradición nos muestra el Monte Sinaí”
c) El fin de la Ley es Cristo
(Romanos 10: 4) “porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree…”
Cristo cumplió en sí mismo la Ley. Fue el único que pudo hacerlo puesto que fue el único justo en sí mismo.
Además, Cristo finalizó con la ley, no en cuanto a su espíritu – ya que la Ley es buena y santa (Ro. 7: 12, 1 Ti. 1: 8) – sino en cuanto a la imposible obligación de cumplirla en la carne nuestra:
(Romanos 10: 5) “Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas”
La Ley no justifica, acusa
(Gálatas 3: 10-12) “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas”
La Ley nada tiene que ver con la fe, sino con el estricto cumplimiento de ella (la Ley), y a cabalidad, pero recordemos que la Ley no fue dada para justificar ni exonerar, sino para hacer saber al hombre su condición pecadora ante Dios.
Por eso el que pretendía justificarse ante Dios, pretendía hacerlo cumpliendo con la Ley, cosa que no podía, y entonces era maldito ante Dios.
“Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2: 10)
Por eso en el Antiguo Testamento, la Ley mandaba que debían hacerse sacrificios de animales que eran sombra del sacrificio del Cordero de Dios (He.10: 1). Esa fue la misericordia de Dios hacia su pueblo, esperando la venida del que pagaría por todos de una sola vez y para siempre.
(Hebreos 9: 13, 14) “Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, 14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”
d) El fin de la Ley para nosotros es Cristo
“Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios” (Romanos 7: 4)
Como Cristo cumplió en sí mismo la Ley, nosotros al haber creído en Cristo, recibimos también el cumplimiento de esa Ley, la cual de ninguna manera podíamos cumplir en nuestras solas fuerzas.
e) Cristo cumplió en sí mismo la Ley hasta el final, haciéndose maldición por nosotros
(Gálatas 3: 10-13 “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)…”
Cristo se hizo maldición por nosotros, por llevar toda la maldición de nuestro pecado, y este mismo, sobre sí, pagando con su propia vida en la cruz toda esa miseria humana.
La exigencia de la Ley, que es justicia, fue debidamente satisfecha ante el Padre.
En Cristo la Ley y su cumplimiento, por tanto, son una realidad para siempre. Por eso, solamente en Cristo hay salvación. Sólo él es la puerta al cielo, porque sólo él abrió esa puerta para nosotros dándose a sí mismo.
Sexta dispensación
La Gracia (Juan 1: 17)
La gracia es “la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor para con los hombres…nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho” (Tito 3: 4, 5)
Entendiéndolo de ese modo, la gracia siempre contrasta con la Ley, ya que esta última siempre demanda su cumplimiento, reclamando justicia de parte del hombre, mientras que la gracia otorga la justicia de Dios al pecador.
(Romanos 3: 21) “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas”
(Romanos 3: 22) “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él”.
(Romanos 8: 3, 4) “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”
(Filipenses 3: 9) “y ser hallado en él [Cristo], no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;
“La gracia de Dios es también el camino que Él provee para que nos acerquemos más a Él cada vez”
1. La diferencia entre la ley y la gracia
Como vimos en su momento, la ley tiene que ver con Moisés y las obras, mientras que la gracia con Cristo y la fe:
(Juan 1: 17) “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”
(Romanos 10: 4-10) “porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas. Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.”
a) La ley quisiera hacer a los hombres buenos, pero no lo puede lograr
(Romanos 7: 9, 10) “Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte”
b) La gracia salva al malo, y tiene poder para hacerlo
Sólo la gracia puede convertir al pecador en un santo; al impío en un temeroso de Dios; al irreverente en un ser sensible al toque del Espíritu Santo.
(Romanos 5: 8) “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”
(Romanos 5: 20) “… cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”.
(Efesios 2: 1-9) “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.
c) La ley demanda que el hombre obtenga la bendición como una recompensa
La ley contempla la bendición como un pago o recompensa; como si fuere de obligación por parte de aquella el premiar por un supuesto mérito humano…En este tiempo de la gracia y la verdad (Jn. 1: 17), poniendo aquí un ejemplo: como dice el catolicismo romano, un “merecer el cielo”. Falso argumento teológico donde los hubiere.
(Deuteronomio 28: 1-6) “Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir”.
d) La gracia es la dádiva que Dios extiende gratuitamente al pecador
No hay mérito del hombre que pueda comprar ni un ápice de la gracia que Dios siempre da voluntariamente a todo hombre que se arrepiente y se vuelve a Cristo.
(Efesios 2: 8, 9) “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.
(Romanos 4: 4, 5) “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”.
2. Como dispensación
En su carácter de dispensación, la gracia comienza con la muerte y resurrección de Cristo.
Por el rechazo de Jesucristo como el Mesías por parte de Israel, y su consecuente crucifixión por parte de judíos y de gentiles, paradójicamente la dispensación de la gracia vino.
(Hechos 4: 27) “Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel”
Y eso es algo que ya estaba previsto desde antes:
(Hechos 4: 28) “…para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera”.
Incluso desde mucho antes, desde antes de la fundación del mundo:
(1 Pedro 1: 19, 20) “sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”
Textos que muestran acerca de esa gracia
(Romanos 3: 23-26) “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”
(Romanos 4: 24, 25) “sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”
En este tiempo actual o dispensación del favor de Dios, el cual derrama Su gracia por los méritos únicos y suficientes de Su Hijo al hombre, sea judío o sea gentil, ya no se le exige obediencia a la ley de Moisés, sino que se le ofrece el perdón y la reconciliación con el Creador al recibir a Jesucristo y creer en Su Nombre:
(Juan 1: 12, 13) “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.
I. Consecuencias de no recibir la gracia de Dios, por rechazar a Cristo
(Mateo 21: 37-41) “Finalmente les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad. Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron. Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores? Le dijeron: A los malos destruirá sin misericordia”
(Juan 3: 36) “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.
(Juan 15: 22, 23) “Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece”.
(1 Juan 5: 10-12) “El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”.
II. Consecuencias de rechazar la gracia después de haberla recibido
Aún la máxima expresión del amor de Dios y de su misericordia, que es su gracia hacia el pecador, es pisoteada por hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella (2 Timoteo 3: 1-8)
Es lo que llamamos apostasía (2 Ti. 3: 1-8; 2 Ts. 2: 3; 1 Ti. 4: 1; etc.)
La apostasía es el apartarse de la fe en el corazón. Los apóstatas se apartan de la fe, pero no abandonan la práctica externa del cristianismo. Los apóstatas van al infierno.
“El infierno es un lugar absolutamente real donde van a parar todos aquellos que rechazan el Evangelio o apostatan de él”
La apostasía trae como consecuencia ineludible el juicio de Dios – los juicios apocalípticos – 2 Ts. 2: 10-12; 2 Pr. 2: 17, 21; Jud. 11.15; Ap. 3: 14-16.
La justicia ejecutada contra este mundo impío y la iglesia profesante pero apóstata conllevará la aparición de la dispensación del Reino, al aparecer el Rey (Ap. 19: 11ss)
Séptima dispensación
El Reino (Efesios 1: 10)
“[El Padre] dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra”. (Efesios 1: 9, 10)
Cuando termine la dispensación de la gracia, empezará la del reino.
Si preguntáramos a muchos cristianos profesantes acerca de qué es el Reino, muchos no sabrían realmente que responder.
Si preguntáramos acerca de si se ha de establecer el Reino de Cristo, o Reino Mesiánico en algún momento en el futuro, comparativamente muy pocos tendrían la respuesta correcta.
Muchos cristianos no tienen ni idea acerca de las cosas finales (escatología), y sólo tienen en la cabeza que una vez llegue Cristo, todos iremos al cielo, y ya se terminó el asunto. No obstante la Biblia dice mucho, mucho, que pocos maestros se atreven a enseñar.
Muy pocos entienden la diferencia entre el Reino de Dios en cada vida de cada hijo de Dios, y el Reino de Dios que ha de establecerse en esta tierra cuando vuelva el Rey Jesucristo.
Aunque el Reino está en la Iglesia, y en cada corazón de cada creyente verdadero, el Reino no es la Iglesia, ni la Iglesia el Reino. Confundir el Reino de Dios, invisible e intangible en el que la Iglesia presente en este mundo está así como en cada miembro de ella, con el Reino visible, llamado Reino Mesiánico (Dn. 2: 44; Hchs. 1: 6; Ap. 20) que todavía tiene que venir, es un error que cometen muchos, y por ello son muy confundidos.
Hoy en día se habla mucho en cuanto a que la Iglesia debe establecer el Reino en esta tierra, y se anima a todos los creyentes a avanzar en esa acción, pero, ¿es eso bíblico?
¿Realmente la Iglesia está aquí y ahora para establecer el Reino en este mundo?
¿Es el papel de la Iglesia de Jesucristo establecer el Reino visible?
¿Es la Iglesia el Rey?, porque sólo el Rey puede establecer el Reino.
Estas preguntas son importantes, porque si la respuesta a ellas es sí, entonces entendemos las pretensiones y creencia de muchos maestros y ministros de ver, no sólo un ansiado avivamiento mundial, sino una reforma total, que traiga consigo una cristianización del planeta, y un discipulado de las naciones hasta ver el Reino establecido en su totalidad. Pero si la respuesta es no, entonces es preciso que revisemos nuestros postulados y nuestra creencia. Mientras tanto, adelantamos que ciertamente la respuesta es un rotundo, ¡No!: La Iglesia no está aquí y ahora para establecer el Reino visible en este mundo.
Los que creen que ahora es el Reino, cuando todavía estamos en la dispensación de la gracia, en realidad están desaforadamente compitiendo contra una realidad permitida por Dios, antes del verdadero establecimiento del Reino Mesiánico: el levantamiento de la Bestia Anticristo y de su efímero reino mundial (Ap. 13)
No pueden existir dos reinos al mismo tiempo, así que todos los intentos de establecer por cuenta propia lo que solamente Cristo podrá hacer y hará en su venida gloriosa – es decir, el Reino – están condenados al descrédito y al más vergonzoso fracaso.
Los que enseñan que ahora es el Reino son los seguidores de la llamada teología del Dominio (dominionistas).
Insistimos en este punto: El Reino Mesiánico, llamado también el Milenio, será establecido por el León de la tribu de Judá en su venida gloriosa, y en él se cumplirán todas las promesas que Dios hizo a David y a Israel.
(Apocalipsis 19: 11-21) “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos a la gran cena de Dios, para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes. Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos”
“Interesante resumen gráfico de las diferentes dispensaciones a lo largo de los siglos”
1. La dispensación del Reino
La dispensación del Reino es la dispensación del cumplimiento de los tiempos. Esta dispensación, que es la séptima y la última de las edades divinamente ordenadas, que condicionan la vida humana sobre la tierra, es idéntica con el reino pactado con David. Veámoslo:
(2 Samuel 7: 8-17) “Ahora, pues, dirás así a mi siervo David: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel; y he estado contigo en todo cuanto has andado, y delante de ti he destruido a todos tus enemigos, y te he dado nombre grande, como el nombre de los grandes que hay en la tierra. Además, yo fijaré lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré, para que habite en su lugar y nunca más sea removido, ni los inicuos le aflijan más, como al principio, desde el día en que puse jueces sobre mi pueblo Israel; y a ti te daré descanso de todos tus enemigos. Asimismo Jehová te hace saber que él te hará casa. Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente. Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, así habló Natán a David”.
(Lucas 1: 31-33) “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”
(Zacarías 12: 8-10) “En aquel día Jehová defenderá al morador de Jerusalén; el que entre ellos fuere débil, en aquel tiempo será como David; y la casa de David como Dios, como el ángel de Jehová delante de ellos. Y en aquel día yo procuraré destruir a todas las naciones que vinieren contra Jerusalén. Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito”.
A. Todo será reunido en Cristo en la dispensación del Reino
“de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Efesios 1: 10)
Todo será reunido en Cristo; es decir, todo será puesto bajo Cristo, ¿cuándo?, ¿ahora en la dispensación de la gracia? No, sino cuando se cumplan los tiempos, es decir, a partir del Milenio hasta que concluya.
Bajo el dominio directo de Cristo, todo lo acontecido en los diferentes tiempos será reunido:
- . El tiempo de opresión y desgobierno termina al tomar Cristo su reino:
Isaías 11: 3, 4 “No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura” - El tiempo de testimonio y clemencia de parte de Dios, termina en juicio:
Hechos 17: 30, 31 “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; 31 por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos”
(Ver también Mt. 25: 31-46; Ap. 20: 7-15)
- El tiempo de duro trabajo termina en descanso y galardón:
1 Tesalonicenses 1: 6, 7 “Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder”
- El tiempo de sufrimiento termina en gloria:
Romanos 8: 17, 18 “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.
- El tiempo de ceguedad espiritual y castigo de Israel termina en restauración y conversión:
Ezequiel 39: 25-29 “Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Ahora volveré la cautividad de Jacob, y tendré misericordia de toda la casa de Israel, y me mostraré celoso por mi santo nombre. Y ellos sentirán su vergüenza, y toda su rebelión con que prevaricaron contra mí, cuando habiten en su tierra con seguridad, y no haya quien los espante; cuando los saque de entre los pueblos, y los reúna de la tierra de sus enemigos, y sea santificado en ellos ante los ojos de muchas naciones. Y sabrán que yo soy Jehová su Dios, cuando después de haberlos llevado al cautiverio entre las naciones, los reúna sobre su tierra, sin dejar allí a ninguno de ellos. Ni esconderé más de ellos mi rostro; porque habré derramado de mi Espíritu sobre la casa de Israel, dice Jehová el Señor”
(Ver también Romanos 11: 25-27)
- Los tiempos de los gentiles terminan en la destrucción de la imagen y el establecimiento del reino de los cielos:
Daniel 2: 34, 35 “Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra”.
(Ver también Ap. 19: 15-21)
- Los tiempos de la servidumbre de la creación terminan en la liberación y manifestación de los hijos de Dios:
Romanos 8: 19-21 “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios”.
(Ver también Gn. 3: 17; Is. 11: 6-8)
“Los tiempos de los gentiles están a punto de acabar… ¡estrepitosamente!”
B. ¿Qué sucederá y cómo?
En su segunda venida, el Rey restaurará en su misma persona la monarquía davídica, reunirá al Israel disperso, establecerá su poder divino sobre toda la tierra y reinará durante mil años (Mt. 24: 27-30; Lc. 1: 31-33; Hchs. 15: 14-17; Ap. 20: 1-10). El reino de los cielos establecido así bajo el Hijo divino de David (Cristo), tiene como objeto la restauración de la autoridad divina sobre la tierra, ya que ésta puede considerarse como una provincia en rebelión dentro del gran reino de Dios. Cuando esto sea hecho, el Hijo entregará el reino al Dios trino (Padre, Hijo Espíritu Santo) “para que Dios sea todo en todos” (1 Co. 15: 28).
Veamos la secuencia de los hechos a acaecer:
Acabada la dispensación de la gracia, la cual terminará con la venida en gloria de Cristo sobre el monte de los Olivos en Jerusalén, empezará la dispensación del reino; esto es, del Reino Mesiánico.
Zacarías 14: 3, 4 “Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur”.
En ese momento, y después de echar a la Bestia Anticristo y a su Falso Profeta al lago de fuego (Ap. 19: 20), atar al diablo en el abismo (Ap. 20: 1-3), y juzgar a las naciones que hayan quedado (Mt. 25: 31ss), inaugurará el Milenio, y reinará desde Jerusalén a todas las naciones de la tierra (S. 2: 7-9)
De ahora hasta el final del Milenio:
(1 Corintios 15: 24-28) “Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos”
El fin en sí, es el cumplimiento final del Reino Mesiánico: “Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia” (1 Co. 15: 24)
Mientras tanto, el Padre está sentado en el trono: “Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies”
Eso significa que el Padre está reinando con Cristo a su diestra, mientras pone a los pies de Su Hijo a todos sus enemigos: (Salmo 110: 1) “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
Eso lo vemos también en Mateo 22: 44;
“Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”
Cuando todas las cosas estén sujetas a Cristo – esto es, al finalizar el Milenio – entonces Él mismo se sujetará al Padre: “Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (V. 28)
Después de estos hechos, los siguientes tendrán lugar en otro planeta, u otro lugar:
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21: 1)
Dios les bendiga.
© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España.
Enero 2009
www.centrorey.org
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