El eje franco-alemán se autoexcluye del reparto de los principales cargos que aportará el Tratado de Lisboa
Los alternativos a Blair para presidir la UE
Jean-Claude Juncker, «Premier» luxemburgués
El primer ministro de Luxemburgo ha sido el primero en presentar su candidatura para presidir el Consejo Europeo. Su condición de dirigente de un país de escaso peso le dará el apoyo de quienes son favorables a una figura representativa y mediadora entre los grandes Estados. Juncker tiene las simpatías de Francia y de Alemania.
Mary Robinson, ex presidenta irlandesa
Aunque afirma estar más interesada en otros puestos internacionales, Robinson está recabando el apoyo de sectores variados de la UE. La vicepresidenta de la Comisión, la sueca Margot Wallström, ha pedido una mujer para el primer cargo de la Unión. Mary Robinson tiene, además, la ventaja del «peso ligero» que adorna al luxemburgués Juncker.
Felipe González, ex presidente del Gobierno
Presidió el «grupo de sabios» propuesto por Nicolas Sarkozy hace casi dos años para reflexionar sobre el futuro de la UE, y aunque él mismo ha dicho que no se presentará oficialmente como candidato varios gobiernos ven con buenos ojos su figura para el nuevo cargo de presidente del Consejo. El Gobierno español le apoya para no ser menos que el británico, que impulsa a Blair.
La candidatura de Tony Blair a la presidencia del Consejo Europeo se deshincha, y las especulaciones se abren en todas direcciones tratando de encontrar aspirantes para este puesto y para el de Alto Representante de la política exterior común. Los ministros de Asuntos Exteriores decidieron ayer que se abstendrían de entrar en las negociaciones hasta que la incógnita de la ratificación checa se disipe, después de la cumbre que se celebra mañana y el viernes en Bruselas.
La candidatura de Blair se había mantenido en el alero desde que hace ya medio año se empezó a mencionar su nombre con insistencia, e incluso el actual Gobierno británico le dio abiertamente su apoyo. Sin embargo, muchas de sus posibilidades se esfumaron con la publicación de una carta conjunta de los tres países del Benelux (y con la que España estaba de acuerdo, en palabras de un importante responsable de la política europea) en la que describían un retrato-robot del candidato, en el que deliberadamente no entraría Blair. Las cartas se pusieron boca arriba ayer, cuando Londres desmintió que estuviera buscando apoyos para Blair, y el primer ministro luxemburgués, Jean Claude Juncker, desveló públicamente su «disposición» a encargarse del trabajo «si soy llamado a ello».
La cuestión tiene que ver, sin duda, con las maniobras que está llevando a cabo el presidente de la Comisión, José Manuel Barroso, que con su mandato de cinco años ya confirmado por el Parlamento ha manifestado su preferencia por una figura de menos entidad, con la que no tenga que competir en relevancia. Según los tratados, la Comisión es la que representa los intereses comunitarios, mientras que el Consejo es donde confluye lo que acuerdan los Estados miembros. Barroso (y algunos países como Polonia le han apoyado) no quiere que el presidente del Consejo acabe convirtiéndose a efectos de imagen en presidente de la UE y deje atrás a la Comisión.
Además, Barroso ha introducido un elemento nuevo con una carta enviada la semana pasada a gobiernos de los Veintisiete para pedirles que nombren más mujeres como candidatas a los puestos en la Comisión Europea para hacer un «reparto más paritario». La consecuencia es evidente: aunque no está claro que los Gobiernos vayan a hacerle caso, al menos uno de los dos puestos importantes que quedan por repartir debería ser para una mujer, lo que beneficiaría a la irlandesa Mary Robinson. La condición se añade a la que puso la izquierda en el Parlamento y es que el Alto Representante y por tanto vicepresidente de la Comisión, debe pertenecer a su familia política.
Los grandes no compiten
Para sorpresa general, los grandes del continente se han alejado de la batalla. Alemania ha anunciado que su candidato a miembro de la Comisión es Guenter Öttinger, el presidente regional de Baden-Wuerttemberg, un democristiano de marcado perfil económico pero sin experiencia europea, lo que da a entender que la canciller Merkel no tiene otras aspiraciones concretas.
El caso de Francia es al revés. El antiguo comisario de política regional, ministro de Agricultura y actualmente eurodiputado Michel Barnier ha empezado a prepararse para ocupar la cartera de Mercado Interior, que es desde la que el presidente Sarkozy quiere que se pongan en práctica sus ideas sobre la refundación del capitalismo. Algunos le han reprochado que no hubiera optado por presentar a Christine Lagarde, su actual ministra de Economía, para garantizarse el puesto, pero todo indica que la designación de Barnier parece cosa hecha. Además, Francia se ha asegurado que el hasta ahora «número dos» de Javier Solana, Pierre De Boissieu, seguirá en este estratégico puesto al menos dos años más como «puente» con el sucesor del español, de manera que podrá seguir muy de cerca la formación de este nuevo cometido, a caballo del Consejo y la Comisión Europea.
De este modo, las combinaciones se estrechan, pero nadie quiere que le pase como al ministro sueco de Asuntos Exteriores, Carl Bildt, que aspiraba abiertamente a suceder a Solana (e incluso ha diseñado las líneas generales del servicio exterior europeo, que fueron aprobadas ayer) pero ha dejado demasiado tiempo a sus enemigos para que destrozasen su candidatura. En cambio, el laborista británico David Miliband, que no lo tenía en sus planes debido a que la candidatura de Blair impedía la suya, aparece ahora como el más probable nuevo Alto Representante.
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