No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Rom. 12: 2.)
Nada puede apartamos de Dios fuera de la voluntad rebelde.
La voluntad es el poder que domina en la naturaleza humana. Si se afirma la voluntad debidamente, todo el resto del ser quedará bajo su dominio. La voluntad no es el gusto o la inclinación, sino la capacidad de elegir y decidir, la capacidad suprema, que obra en los hijos de los hombres para obedecer o desobedecer a Dios.
Estaréis en constante peligro hasta que comprendáis cuál es el verdadero poder de la voluntad. Podréis creer y prometer todo, pero vuestras promesas y fe no tendrán valor a menos que uséis la voluntad como se debe. Si lucháis la batalla de la fe con vuestra fuerza de voluntad, sin duda venceréis.
Lo que os corresponde es volcar vuestra voluntad en el bando de Cristo. Cuando le entregáis vuestra voluntad, él inmediatamente toma posesión de vosotros, y obra en vosotros el querer y el hacer por su buena voluntad. Entonces vuestra naturaleza queda sometida a su Espíritu. Hasta vuestros pensamientos quedan sujetos al Señor. Si no podéis dominar vuestros impulsos y emociones como deseáis, a lo menos podéis dominar la voluntad, de modo que se efectúe un gran cambio en vuestra vida. Cuando entregáis vuestra voluntad a Cristo, vuestra vida queda escondida con Cristo en Dios. Hace alianza con el poder que supera a todos los principados y las potestades. Tenéis fuerza divina que os mantiene asidos a su fortaleza; y se abre ante vosotros la posibilidad de una nueva vida, la vida de la fe.
Jamás lograréis elevaros a menos que vuestra voluntad esté de parte de Cristo, y colabore con el Espíritu de Dios. No creáis que no podéis vencer; en cambio, decid: "Puedo y quiero". Y Dios se ha comprometido a concederos su Santo Espíritu para ayudaros cuando empeñáis vuestro decidido esfuerzo.
Nada puede apartamos de Dios fuera de la voluntad rebelde.
La voluntad es el poder que domina en la naturaleza humana. Si se afirma la voluntad debidamente, todo el resto del ser quedará bajo su dominio. La voluntad no es el gusto o la inclinación, sino la capacidad de elegir y decidir, la capacidad suprema, que obra en los hijos de los hombres para obedecer o desobedecer a Dios.
Estaréis en constante peligro hasta que comprendáis cuál es el verdadero poder de la voluntad. Podréis creer y prometer todo, pero vuestras promesas y fe no tendrán valor a menos que uséis la voluntad como se debe. Si lucháis la batalla de la fe con vuestra fuerza de voluntad, sin duda venceréis.
Lo que os corresponde es volcar vuestra voluntad en el bando de Cristo. Cuando le entregáis vuestra voluntad, él inmediatamente toma posesión de vosotros, y obra en vosotros el querer y el hacer por su buena voluntad. Entonces vuestra naturaleza queda sometida a su Espíritu. Hasta vuestros pensamientos quedan sujetos al Señor. Si no podéis dominar vuestros impulsos y emociones como deseáis, a lo menos podéis dominar la voluntad, de modo que se efectúe un gran cambio en vuestra vida. Cuando entregáis vuestra voluntad a Cristo, vuestra vida queda escondida con Cristo en Dios. Hace alianza con el poder que supera a todos los principados y las potestades. Tenéis fuerza divina que os mantiene asidos a su fortaleza; y se abre ante vosotros la posibilidad de una nueva vida, la vida de la fe.
Jamás lograréis elevaros a menos que vuestra voluntad esté de parte de Cristo, y colabore con el Espíritu de Dios. No creáis que no podéis vencer; en cambio, decid: "Puedo y quiero". Y Dios se ha comprometido a concederos su Santo Espíritu para ayudaros cuando empeñáis vuestro decidido esfuerzo.
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