JERUSALEN - Mientras en Occidente la tasa de divorcios es astronómica, en Jerusalén los maridos siguen aferrados a una ley religiosa milenaria religiosa judía que establece que sólo estos pueden poner fin a un matriomio.
A tales efectos los tribunales rabínicos, que tienen el monopolio de la justicia en materia de divorcio, tratan de forzar a los denominados “maridos recalcitrantes” a que permitan que sus mujeres empiecen una nueva vida, imponiéndoles una pena de cárcel.
Por esta razón cada año al menos una veintena de hombres que se niegan a conceder el divorcio a sus esposas terminan en la cárcel.
Consecuencias de no ceder al divorcio
Las mujeres cuyos maridos no le quieren dar el divorcio no pueden volver a casarse, ni iniciar una nueva relación, pues incurrirían en adulterio y podrían perderlo todo. Además, los hijos que tengan con otro hombre serán considerados bastardos y, según la ley ortodoxa, estos no podrán contraer matrimonio más que con otros bastardos.
La cifra de encarcelados está muy por debajo del número real de casos conflictivos, ya que “muchos maridos conceden el divorcio en cuanto son amenazados con ir en la cárcel”, explica la abogada rabínica Rivka Lubitj, también de la citada ONG.
Por otro lado, las mujeres también están en una prisión: no son libres, no pueden casarse, ni tener citas y sufren el aislamiento social porque son mujeres religiosas que viven sin su marido.
En Israel no existe el matrimonio civil, por lo que sus ciudadanos, sean religiosos, agnósticos o ateos, sólo pueden casarse y divorciarse por el rito religioso.
La posibilidad de aplicar castigos ejemplares, como penas de cárcel, retirada de pasaportes o intervención de cuentas bancarias, fue una potestad concedida en los años noventa a los tribunales religiosos a raíz de la acumulación de casos de “maridos recalcitrantes”.
El Parlamento israelí pasó el pasado lunes en primera lectura una reforma para legalizar el matrimonio civil, pero sólo afectará a la ínfima minoría de personas que pruebe no tener religión, algo muy difícil en el caso de los judíos.
“El Estado de Israel tiene que encontrar una forma mejor de acabar con un matrimonio que poner a la gente en la cárcel”, asegura a Efe Susan Weiss, directora del Centro para la Justicia para las Mujeres y abogada en multitud de casos de divorcio. “La reforma no va a solucionar nada porque sólo servirá para gente que pueda demostrar que no tiene una religión, algo muy problemático y que, en último caso, dirimirán los tribunales religiosos”, asegura .
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