a todos los amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca. Apo 1:3
„Los hijos de Dios en la nueva creación“
· „los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Juan 1:13“
Todos los hombres son hijos de Dios por la creación adánica, pero por la segunda y nueva creación, sólo son hijos de Dios los que son engendrados y nacidos por el Espíritu Santo. Así como ningún ser humano puede venir a este mundo si no es concebido a través de las células reproductoras del hombre y la mujer, igualmente, nadie puede nacer en el reino de Dios si no es concebido por la voluntad divina y nacido por el poder del Altísimo, obrando en su interior.
Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los demas personas, que andan en la vanidad de su mente,
teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;
los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.
Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús.
En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,
y renovaos en el espíritu de vuestra mente,
y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
ni deis lugar al diablo.
El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efe 4:17-32
Nacer de nuevo es nacer del Espíritu. De la misma manera en que Dios creó la vida natural y dio mandamiento para que se reproduzca según su género y especie (Génesis 1:24), Dios hizo la segunda creación según su naturaleza. El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Dios es Espíritu (Juan 4:24), y Jesús dijo que lo es que nacido del Espíritu, espíritu es (Juan 3:6), dando a entender que el que nace de Dios es espíritu igual que él. Somos espíritus. Así como los gatos engendran gatos, y los hombres conciben hombres, Dios —que es Espíritu— engendra seres espirituales.
El apóstol Pedro dijo que somos «participantes de la naturaleza divina» (2 Pedro 1:4), porque recibimos de Dios su naturaleza. La Biblia le llama al hombre nacido de Dios «el espiritual» (1 Corintios 2:16). El hombre en su vida natural es carne, pero cuando nace de nuevo es espíritu, porque fue engendrado por el Espíritu Santo. Este misterio es el mismo que ocurre en la relación sexual de un hombre y una mujer, donde la Biblia nos dice que los dos se hacen una sola carne, así «... el que se une al Señor, un espíritu es con él» (1 Corintios 6:17). Esta es la regeneración que Dios prometió, cuando dijo a través del profeta Ezequiel: «…Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos» (11:19). Dios puso dentro de nosotros una simiente incorruptible (1 Pedro 1:23), santa, de donde nace el hombre espiritual.
La Biblia nos muestra, en el evangelio de Juan, cómo reaccionó el fariseo Nicodemo, que se confundió cuando Jesús le dijo que le era necesario nacer de nuevo, para ver el reino de Dios (Juan 3:3). Él era un maestro de la ley, y pensaba que lo sabía todo, por eso le preguntó a Jesús: «¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? ... ¿Cómo puede hacerse esto?» (Juan 3:4,9). Pareciera una pregunta de algún neófito o principiante, pero cuántos hay como Nicodemo, que llevan una Biblia en la mano, han pasado por un instituto bíblico o seminario, son teólogos y todavía no saben explicar ni han vivido ni experimentado lo que es nacer de Dios.
Jesús respondió a Nicodemo: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es» (Juan 3:5-6). En este versículo 6, el Señor emplea la palabra nacer, tratando de explicar que es un nuevo ser, una naturaleza nueva que Dios nos da, la cual es espiritual. También, Jesús le aclara a Nicodemo que lo que nace de la carne, carne es, dando entender que en la carne no hay, ni ella contiene en sí misma, algo que sea espiritual.
En la vida natural, por ejemplo, yo nací de Adán, que era carne, entonces yo soy carne; por eso la Biblia le llama a esta naturaleza del hombre viejo «carnal». Todo ser humano es hijo de la carne, pues todos procedemos de Adán, y lo creado es según su naturaleza. Por tanto, si nací de Dios que es Espíritu, entonces soy espíritu. Es decir, si yo hubiera nacido de un águila, mi naturaleza hubiera sido de ave; si hubiera nacido de un pez, mi naturaleza hubiera sido acuática; pero como nací de Adán, un ser humano, cuya naturaleza es carnal, soy carne. Entonces, cuando Dios me concibe, me alumbra y nazco en su reino, me hace un espíritu con él.
Ahora tengo ojos para ver, oídos para oír y corazón para entender sus grandes maravillas, que han de administrarse en el espíritu, pues tengo una naturaleza espiritual, a imagen y semejanza de Dios. En 1 Corintios 6:17 dice: «Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él», y si unimos este versículo a lo que dijo Jesús: «Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es» (Juan 3:6), entenderemos por qué en la Biblia, a los hombres que viven en el espíritu, los llaman hombres espirituales. Estos son los que poseen una naturaleza espiritual y andan en ella.
Vemos que Adán perdió la naturaleza divina (espiritual), en la que hay vida, y adquirió otra, animal y diabólica, en la que reina la muerte. Éste, a su vez, la transmitió a todo el género humano a través de la reproducción. La Biblia dice que, si uno pecó, entonces todos pecamos (Romanos 5:16-17), y que por cuanto todos pecaron, están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Uno transgredió la ley de Dios e hizo a todos transgresores. Por tanto, para redimir al hombre de esta condición fue necesario un intermediario, que no tuviera el gen pecaminoso, tal como se describe en la epístola: «Santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos...» (Hebreos 7:26). Ese es nuestro Señor Jesús, varón aprobado por Dios (Hechos 2:22). Este mediador entregó su vida, para que con su muerte haya remisión de las transgresiones, y los llamados reciban la promesa de la vida eterna (Hebreos 9:15). Con su muerte, Cristo quitó el acta de los decretos que había en contra nuestra. Y, después de su resurrección y ascensión, nos envió al Espíritu Santo para que trajera la salvación a cada uno de nosotros, en el tiempo señalado por el Padre.
Lo primero que hace el Espíritu Santo es que nos trae a la vida de Dios, la cual el Padre concibió en la eternidad y Cristo realizó en la historia. Luego, el Espíritu nos engendra y nos da a luz, y como resultado, nace en nuestro interior, un ser semejante a Dios, en naturaleza y carácter. La Biblia dice: «...siendo renacidos [nuevo nacimiento] no de simiente corruptible, [como la de Adán], sino de incorruptible [como la de Dios] por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre» (1 Pedro 1:23). La palabra «simiente» en el griego es spora, que significa semilla. Es decir, no nacimos de una semilla corruptible, sino de una semilla incorruptible. Lo que Dios sembró en nosotros fue una semilla santa, un nuevo ser, lo que la Biblia llama: Cristo formado en nosotros (Gálatas 4:19).
Nuestra naturaleza carnal es pecaminosa, y sus obras, según detalla la Biblia son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas como estas (Gálatas 5:19-21). Mas lo que Dios puso en nosotros es un ser espiritual, que tiene el fruto del Espíritu que es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, etc. (Gálatas 5:22-23); lo que significa que esta simiente es incorruptible, santa, que no peca ni puede pecar (1 Juan 3:9). Por lo tanto, a los nacidos de nuevo la palabra de Dios les manda a andar en el Espíritu, como es digno del Señor (Colosenses 1:10).
La Palabra dice que el nacido de Dios no practica el pecado, «...pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca» (1 Juan 5:18). Claro, cuando pecamos, esa falta se atribuye a nuestra persona, pero el pecado no se origina en la naturaleza que Dios nos puso, sino en la otra. La Biblia afirma: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es...» (2 Corintios 5:17) La palabra «criatura» en este texto es creación; así que Pablo está hablando de una «nueva creación», por lo tanto, si es nueva no es la misma. Aquí no se refiere a una vida pasada mejorada o reformada, sino a una nueva, creada según Dios en justicia y santidad de la verdad (Efesios 4:24). El versículo continúa diciendo: «...las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17). En este sentido, todas las cosas que son hechas nuevas, no son en el viejo hombre, sino en el nuevo.
— Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.
— Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, en ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
— Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a los santos de Dios;
— ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.
— Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es un idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.
— Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.
El seńor te bendiga y te de sabiduria en abundancia
que el Eterno Dios te ayude/forever
Tu hermano Guildo José
segurosencristo@gmail.com
Comentarios
Publicar un comentario
IMPORTANTE: Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellas pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Aquel usuario que incluya en sus mensajes algun comentario violatorio del reglamento será eliminado e inhabilitado para volver a comentar.
DIOS TE BENDIGA