(Escribió el apóstol Pablo:) He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. – Filipenses 4:11.
Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento. - 1 Timoteo 6:6.
Una mujer lo tenía todo para ser feliz: salud, dinero, éxito. Sin embargo, durante una crisis depresiva, se suicidó. Trágico suceso relatado en un diario. Un periodista comentó: –Era una eterna insatisfecha.
«Quien vive contento con nada, posee todas las cosas», dijo un escritor francés. En efecto, el contentamiento de espíritu es una verdadera riqueza, fuera del alcance de todas las crisis económicas. Es un valor que no sólo beneficia a quien lo posee, sino también a su entorno.
Quizás usted diga: –Estoy de acuerdo, envidio a las personas que están siempre contentas, pero por desdicha tengo una naturaleza pesimista, no lo puedo remediar. Entonces fijémonos en lo que declara el apóstol Pablo: “He aprendido a contentarme”. ¿Dónde estaba Pablo cuando escribió esto? En lo profundo de una prisión en la cual había sido echado por la única razón de ser cristiano. Su contentamiento no fue un don recibido al nacer, sino el resultado de un aprendizaje. Lo había aprendido en la escuela de Jesucristo, a quien había entregado toda su vida. Era el resultado de su relación de confianza con Dios.
Creyentes, mediante la fe apoderémonos de las promesas de nuestro Padre celestial, quien nos ama y tiene el dominio sobre todas las circunstancias de nuestra vida. Quiere vivir a nuestro lado y darnos poco a poco la fuerza que necesitamos. Con estas certezas tendremos paz y contentamiento de espíritu.
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