"Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne" (Eze. 36: 26).
Las verdades de la Palabra de Dios no son simples sentimientos, sino las declaraciones del Altísimo. El que hace de ellas una parte de su vida llega a ser en todo sentido una nueva criatura. No se le dan nuevas facultades mentales, sino que se eliminan las tinieblas que mediante la ignorancia y el pecado han anublado el entendimiento.
Las palabras "os daré corazón nuevo", significan, "os daré una mente nueva". Ese cambio de corazón va siempre acompañado por un claro concepto del deber cristiano, por la comprensión de la verdad, que nos es proporcionada por la Palabra de Dios. El que presta a las Escrituras una atención detenida y acompañada de oración obtendrá una clara comprensión y un juicio sano, como si al dirigirse a Dios hubiera alcanzado un plano más alto de inteligencia...
Dependemos de la Biblia para conocer el principio de la historia del mundo, la creación de Adán y Eva y la caída de ellos. Si eliminamos la Palabra de Dios, ¿qué podemos esperar sino quedarnos con fábulas y conjeturas? Y con ese debilitamiento del intelecto, ¿qué otra alternativa tendremos sino aceptar el error? Necesitamos la verdadera historia del origen de la tierra, la caída del querubín protector y la entrada del pecado en el mundo. Sin la Biblia, estaríamos confundidos por falsas teorías...
Doquiera se encuentren los cristianos, deben estar en comunión con Dios. Y pueden disfrutar de la comprensión de la ciencia santificada. Sus mentes pueden fortalecerse, como la de Daniel...
La mente posesionada por el error jamás podrá expandirse libremente hacia la verdad, ni aún luego de investigar. Las viejas teorías exigirán ser reconocidas. La comprensión de las cosas que son verdaderas, elevadas y santificadas, será confundida. Las ideas supersticiosas entrarán en la mente para mezclarse con la verdad y estas teorías siempre menoscabarán su influencia. El conocimiento cristiano lleva su propia estampa de superioridad en todo lo que atañe a la preparación para el futuro y la vida inmortal. Distingue al lector de la Biblia y al creyente que ha recibido los preciosos tesoros de la verdad, del escéptico y del creyente en la filosofía pagana...
En las ciudades y naciones del mundo, se encontrará entre los incrédulos un remanente que apreciará la bendita Palabra y recibirá al Salvador. Cristo les dará poder a los hombres y mujeres para que lleguen a ser hijos e hijas de Dios
Las verdades de la Palabra de Dios no son simples sentimientos, sino las declaraciones del Altísimo. El que hace de ellas una parte de su vida llega a ser en todo sentido una nueva criatura. No se le dan nuevas facultades mentales, sino que se eliminan las tinieblas que mediante la ignorancia y el pecado han anublado el entendimiento.
Las palabras "os daré corazón nuevo", significan, "os daré una mente nueva". Ese cambio de corazón va siempre acompañado por un claro concepto del deber cristiano, por la comprensión de la verdad, que nos es proporcionada por la Palabra de Dios. El que presta a las Escrituras una atención detenida y acompañada de oración obtendrá una clara comprensión y un juicio sano, como si al dirigirse a Dios hubiera alcanzado un plano más alto de inteligencia...
Dependemos de la Biblia para conocer el principio de la historia del mundo, la creación de Adán y Eva y la caída de ellos. Si eliminamos la Palabra de Dios, ¿qué podemos esperar sino quedarnos con fábulas y conjeturas? Y con ese debilitamiento del intelecto, ¿qué otra alternativa tendremos sino aceptar el error? Necesitamos la verdadera historia del origen de la tierra, la caída del querubín protector y la entrada del pecado en el mundo. Sin la Biblia, estaríamos confundidos por falsas teorías...
Doquiera se encuentren los cristianos, deben estar en comunión con Dios. Y pueden disfrutar de la comprensión de la ciencia santificada. Sus mentes pueden fortalecerse, como la de Daniel...
La mente posesionada por el error jamás podrá expandirse libremente hacia la verdad, ni aún luego de investigar. Las viejas teorías exigirán ser reconocidas. La comprensión de las cosas que son verdaderas, elevadas y santificadas, será confundida. Las ideas supersticiosas entrarán en la mente para mezclarse con la verdad y estas teorías siempre menoscabarán su influencia. El conocimiento cristiano lleva su propia estampa de superioridad en todo lo que atañe a la preparación para el futuro y la vida inmortal. Distingue al lector de la Biblia y al creyente que ha recibido los preciosos tesoros de la verdad, del escéptico y del creyente en la filosofía pagana...
En las ciudades y naciones del mundo, se encontrará entre los incrédulos un remanente que apreciará la bendita Palabra y recibirá al Salvador. Cristo les dará poder a los hombres y mujeres para que lleguen a ser hijos e hijas de Dios
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