Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. (Gál. 3: 26.)
Nunca encontramos a dos personas exactamente iguales. Entre los seres humanos como en las cosas del mundo natural existe la diversidad. La unidad en la diversidad entre los hijos de Dios, la manifestación de amor y tolerancia, a pesar de las diferencias de disposición, éste es el testimonio de que Dios envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores.
La unidad que existe entre Cristo y sus discípulos no destruye la personalidad de uno ni otro. Son o en mente, propósito y carácter, pero no en persona. El hombre, al someterse a la ley de Dios y participar de su Espíritu, llega a ser participante de la naturaleza divina. Cristo conduce a sus discípulos a una unión viva consigo mismo y con el Padre. El hombre se completa en Cristo Jesús mediante la obra del Espíritu Santo en su mente. La unidad con Cristo establece un vínculo de unión de los unos con los otros. Esta unidad es para el mundo la prueba más convincente de la majestad y la virtud de Cristo, y de su poder para quitar el pecado.
Los poderes de las tinieblas tienen poca ocasión contra los creyentes que se aman mutuamente como Cristo los amó, que rehúsan crear desunión y contienda, que permanecen juntos, que son bondadosos, corteses y compasivos, fomentando la fe que obra por amor y purifica el alma. Debemos poseer el Espíritu de Cristo, o no somos suyos.
En la unidad está la fortaleza; en la división está la debilidad.
Mientras más íntima sea nuestra unión con Cristo, más íntima será nuestra unión con el prójimo. La discordia y el desafecto, el egoísmo y el orgullo, están luchando por la supremacía. Estos son los frutos de un corazón dividido y abierto a las sugerencias del enemigo de las almas. Satanás se goza cuando puede sembrar las semillas de la disensión.
En la unidad hay una vida, un poder, que no puede obtenerse de ninguna otra manera.
Nunca encontramos a dos personas exactamente iguales. Entre los seres humanos como en las cosas del mundo natural existe la diversidad. La unidad en la diversidad entre los hijos de Dios, la manifestación de amor y tolerancia, a pesar de las diferencias de disposición, éste es el testimonio de que Dios envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores.
La unidad que existe entre Cristo y sus discípulos no destruye la personalidad de uno ni otro. Son o en mente, propósito y carácter, pero no en persona. El hombre, al someterse a la ley de Dios y participar de su Espíritu, llega a ser participante de la naturaleza divina. Cristo conduce a sus discípulos a una unión viva consigo mismo y con el Padre. El hombre se completa en Cristo Jesús mediante la obra del Espíritu Santo en su mente. La unidad con Cristo establece un vínculo de unión de los unos con los otros. Esta unidad es para el mundo la prueba más convincente de la majestad y la virtud de Cristo, y de su poder para quitar el pecado.
Los poderes de las tinieblas tienen poca ocasión contra los creyentes que se aman mutuamente como Cristo los amó, que rehúsan crear desunión y contienda, que permanecen juntos, que son bondadosos, corteses y compasivos, fomentando la fe que obra por amor y purifica el alma. Debemos poseer el Espíritu de Cristo, o no somos suyos.
En la unidad está la fortaleza; en la división está la debilidad.
Mientras más íntima sea nuestra unión con Cristo, más íntima será nuestra unión con el prójimo. La discordia y el desafecto, el egoísmo y el orgullo, están luchando por la supremacía. Estos son los frutos de un corazón dividido y abierto a las sugerencias del enemigo de las almas. Satanás se goza cuando puede sembrar las semillas de la disensión.
En la unidad hay una vida, un poder, que no puede obtenerse de ninguna otra manera.
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