Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. – Colosenses 2:8.
Marcos empezaba el último curso de bachillerato en el cual estaba confrontado a una nueva materia: la filosofía. Muy comunicativo, Marcos participaba en el curso con entusiasmo. Una noche, lo comentó en casa durante la cena. Sus padres trataron de mostrarle los límites de la filosofía y le dieron los siguientes consejos:
–Por cierto, es importante que aprendas a construir una sana reflexión, a fin de no guiarte sólo en función de tus sentimientos.
–No esperes demasiado de la filosofía, porque de cuestión en cuestión, a menudo uno queda con menos certezas y más dudas. En lugar de hallar la verdad, tendrás que contentarte con saber lo que pensó tal o cual filósofo para ponerlo frente a tus propias convicciones.
–Mediante la reflexión no podemos salir de nuestro horizonte humano y acceder a lo que nos supera. Necesitamos una revelación para ponernos en relación con Dios. Entonces el conocimiento de Dios nos compromete en la totalidad de nuestro ser: nuestro pensamiento, nuestra conciencia y nuestros hechos.
–La verdadera sabiduría no se conoce sólo mediante la reflexión. Por cierto, debemos reflexionar, pero ante todo debemos conocer lo que Dios reveló en su Palabra, y creerle. En eso está la riqueza del Evangelio. Es necesario recibir lo que Dios dice y volvernos a él, pues está dispuesto a acoger a aquel que cree. Entonces, por la fe en Jesucristo, se producirá un cambio completo en nosotros.
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