Una vez habló Dios; dos veces he oído esto; que de Dios es el poder. Sal. 62:11.
El pastor Bruce Larson relata la historia de un aficionado que le gustaba observar a las águilas. Un día estaba sentado sobre una roca, observando un águila que volaba en todo su esplendor. De repente, gracias a su penetrante y aguda visión, la reina de las aves se lanzó veloz entre el matorral y cuando salió, llevaba una presa entre sus garras. Acababa de garantizar la comida del día.
Pero este aficionado continuó observando. Primero con fascinación y después con aprehensión, porque el águila comenzó a volar con dificultad, casi sin rumbo, sujetando todavía a su presa. Después de un tiempo, comenzó a descender y a descender, hasta que cayó abruptamente.
Curioso, se acercó al lugar donde el águila se estrelló contra el suelo. Cuando vio la tragedia, descubrió que la poderosa ave había cazado un hurón, que es uno de los más formidables roedores de las montañas; y mientras llevaba a su víctima, ésta le había roído la barriga al punto de sacarle los intestinos.
Cuando tú piensas que estás dominando, ten cuidado. Cuando tú piensas que tienes poder, ten precaución. Tu "victoria" puede ser tu peor derrota. Tu "conquista" puede transformarse en tu mayor tragedia.
Este es e! mensaje del salmista para hoy. "Una vez habló Dios". No necesita hablar más, su palabra es eterna. Cambia el rumbo de las cosas, transforma y restaura. Nosotros hablamos muchas veces y no decimos nada. Dios habló y el mundo llegó a la existencia. "Él dijo y fue hecho, mandó y existió". *
El versículo de hoy dice que el poder es de él y solamente a él pertenece. A veces lo presta, por amor, lo confía a la pobre criatura, y ésta queda fascinada y comienza a pensar que es dios.
¡Cuidado! El poder que te fue confiado circunstancialmente es un don que tú necesitas administrar con sabiduría. Si no lo haces así, ese poder puede transformarse en un arma que segará tu propia vida. Cuando piensas que estás cazando, puede ser cazado; cuando piensas que estás venciendo, puedes estar perdiendo.
"Una vez habló Dios; dos veces he oído esto". Si Dios no necesita hablar más que una vez, ¿por qué el hombre precisa oír dos veces? El salmista sugiere aquí la importancia de la meditación, cuando tu alma escucha el eco de la voz de Dios una y otra vez, hasta que el consejo divino llega a ser parte de tu propio ser.
Fija hoy tus ojos en el Dios del poder. Cuando todo falla en esta vida, Dios todavía está allí, listo para socorrerte, pero recuerda: "Una vez habló Dios; dos veces he oído esto; que Dios es poder".
* Sal. 33:9.
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